sábado, 21 de enero de 2017

ENVENENAMIENTO COLECTIVO

 Envenenamiento colectivo
En Medellín se matricularon 17 816 vehículos el año pasado, que equivalen mal contados a una fila de 75 kilómetros de autos pegados. En Envigado fueron 11 790, una fila de 50 kilómetros. Y en Sabaneta 5424, equivalentes a una de 23 kilómetros.
Esas tres ciudades estuvieron en 2016 en el top 10 del país donde más se matricularon vehículos. Una fila como de acá a Valdivia.
Si les preguntan a los comerciantes, acá caben muchísimos más autos. El déficit, siempre han dicho, es de calles. Vaya a ver cuánto costarían y si estarían contentos si hubiera que demoler sus casas para ampliar esas calles.
Y vaya a saber cuánto representan en contaminación en un valle casi irrespirable.
Anne Hidalgo, alcaldesa de París, acaba de presentar su plan para peatonalizar el centro de la Ciudad Luz. Dijo que quiere reducir a la mitad el número de autos que circulan por las calles. Su idea, dijo al Journal du Dimanche es “reconquistar el espacio público para los peatones”.
Sí, espacio público.
Un estudio de Nature Conservancy, publicado en octubre, sugiere que con invertir 4 dólares en árboles por habitante en las ciudades, mejoraría la salud de decenas de millones de personas al reducir la contaminación y enfriar las moles de cemento.
Tres hechos en apariencia lejanos, pero muy cercanos a la realidad que vive el Valle de Aburrá, La problemática vehicular y de contaminación, como el reverdecimiento de la región han sobrepasado las capacidades de los gobernantes, no solo actuales sino de las últimas décadas. A todos.
Durante la crisis del aire en abril pasado, funcionarios de salud de la Alcaldía de Medellín sugirieron en la prensa que no había incidido en la salud y que el mayor número de consultas de esas semanas fue por las gripas estacionales.
Una clara muestra de cómo se ha manejado el asunto: desconociéndolo, ocultándolo y, en el mejor de los casos, reconociéndolo de dientes para adentro. Eso se refleja en las tibias medidas adoptadas, como si la primera obligación no fuera preservar la vida, que no solo se afecta por la violencia o la accidentalidad vial (otra arista del insufrible aumento en el número de vehículos).
Problema agravado además por la indolencia y el egoísmo ciudadano y empresarial que han presionado la inacción.
Sigan pensando en megaobras y no aterricen.

Maullido: qué humillación hablar de muros entre países. POR RAMIRO VELAZQUEZX GOMEZ TOMADO DE EL COLOMBIANO 

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