LOS BORDES DE
CULTIVO COMO REFUGIO DE BIODIVERSIDAD
Aún en áreas agrícolas existe una red de vegetación
natural conectada que funciona como hábitat de polinizadores, con varios
beneficios: insectos que polinizan cultivos, flores para la apicultura y
animales que contribuyen al control de plagas y malezas. Nuevas
investigaciones de la FAUBA avanzan en el conocimiento de estos espacios.
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* En colaboración con Marcos Monasterolo. MD es
docente de la Cátedra de Botánica General de la Facultad de Agronomía de la UBA
(FAUBA) e investigador del CONICET; MM es becario doctoral del CONICET.
La descripción de la diversidad de polinizadores se
realiza con técnicas de campo que incluyen, en algunos casos, la captura
racional de insectos. En la imagen se ve una “red doble” (diseñada a partir de
una pinza gastronómica) en acción. Fotos: Gentileza de los investigadores.
(SLT-FAUBA) La transformación en tierras de cultivo y
pastoreo de los pastizales naturales que dominaban la región pampeana determina
que actualmente el componente natural de estos agroecosistemas persiste sólo
como una red de fragmentos inmersos en una matriz de campos de cultivos o
pasturas. Un grupo de investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA
(FAUBA) busca atenuar el efecto de la pérdida de biodiversidad promoviendo la
restauración y conservación de los bordes de cultivo y otros elementos lineales
del paisaje (como las banquinas de los caminos) en los agroecosistemas, con
especial foco en las plantas y sus visitantes florales.
Con el objetivo de avanzar sobre la valoración y
conservación de los polinizadores en agroecosistemas, este grupo de trabajo
viene trabajando en el proyecto “El rol de los bordes de cultivo en
la conservación de la biodiversidad en agroecosistemas. Un enfoque estructural
y funcional”, que recientemente fue premiado por el Fondo para la
Conservación Ambiental de la Fundación Banco Galicia y que recibió también
apoyo a través de un convenio entre CONICET y la empresa Syngenta.
Borde de un lote de trigo en el sitio de estudio en
Carlos Casares (Pampa Interior). Los bordes de cultivo y otras áreas no
manejadas del paisaje pueden actuar como refugio de plantas y animales que de
otra forma no estarían presentes.
Borde de un lote de trigo en el sitio de estudio en Carlos
Casares (Pampa Interior). Los bordes de cultivo y otras áreas no manejadas del
paisaje pueden actuar como refugio de plantas y animales que de otra forma no
estarían presentes.
Bordes gourmet y bodegón
Para avanzar en esta línea de investigación, se describió la
diversidad de las comunidades de plantas y sus visitantes florales presentes en
los bordes de cultivo de un agroecosistemas pampeano típico (en Carlos
Casares), con particular atención a registrar la ocurrencia de interacciones
entre las plantas y los visitantes utilizando un enfoque de redes ecológicas.
Otro aspecto importante del proyecto es comprender la influencia del manejo
(por ejemplo, el uso de herbicidas) y las características de los bordes (ancho,
tipo de campo adyacente, heterogeneidad del paisaje circundante, etc.) en la
estructura y funcionamiento de estas comunidades planta-polinizador, y en el
traslado de polen que realizan los visitantes a lo largo de estos bordes.
Si bien los bordes anchos son mejores desde el punto
de vista de la riqueza de especies que albergan, los angostos son muy visitados
por las especies de polinizadores más comunes y abundantes.
Un resultado relevante desde el punto de vista de la
conservación de las interacciones planta-polinizador en estos ambientes, es que
parece existir una complementariedad entre los bordes de mayor y los de menor
ancho. Si bien ambos ofrecen una cantidad similar de recursos florales por
unidad de superficie, los bordes anchos ofrecen a los polinizadores un menú más
“gourmet” (mayor variedad pero con menos flores por especie individual, es
decir, porciones pequeñas), mientras que los bordes angostos ofrecen un menú
“bodegón” (baja variedad pero con muchas flores por especie individual, es
decir, pocos platos abundantes).
Si bien los bordes anchos son mejores desde el punto de
vista de la riqueza de especies que albergan, los bordes angostos son muy visitados
por las especies de polinizadores más comunes y abundantes (que son las
que más contribuyen a la polinización del conjunto del sistema). Esta
diferencia en el rol de cada tipo de borde parece deberse a que los bordes
anchos son más estables (es decir, sufren menos disturbios), lo
que da mayor oportunidad a que se establezcan y subsistan especies raras. Los
bordes angostos, en cambio, sufren constantes disturbios (deriva de
herbicidas, paso de maquinaria, etc.) lo que los mantiene en un estado
“joven” (estadío sucesional temprano) en el que dominan
algunas dicotiledóneas que producen abundantes flores.
El rol de las “malezas”
Un aspecto destacado de la investigación es la importancia
en el sostén de los polinizadores de las llamadas “malezas” que subsisten en
los bordes de cultivos y banquinas de caminos. Esto obliga a revisar el
concepto de maleza, ya que resulta claro que catalogar a una especie como tal
depende del contexto.
En general, la comunidad de plantas de los bordes difiere
mucho de los cultivos lindantes en diversidad y estructura.
Desde el punto de vista de la conservación de los
polinizadores, la maleza es un término cuyo uso hay que ver con ojos nuevos. Si
bien dentro de un lote una especie puede ser considerada como maleza si
interfiere de alguna forma con el rendimiento del cultivo, en los bordes de
cultivo puede estar cumpliendo un rol distinto. En el caso de los
polinizadores, si bien varios cultivos ofrecen néctar y polen como alimento
durante su floración, es necesario mantener esas poblaciones de insectos
durante toda la temporada para que cumplan su ciclo de vida, se reproduzcan y
se perpetúen en el lugar.
Justamente las plantas del borde contribuyen a esto: son un
sostén fundamental de la biodiversidad animal a lo largo del año. Al estar
presentes muchas especies con temporadas de floración secuenciales ofrecen
recursos alimenticios que se van renovando a lo largo de la temporada y que
ayudan a mantener a los polinizadores (incluida la abeja melífera, por
supuesto, que sin flores no podría producir miel). Lo mismo puede decirse de
las plantas que funcionan como refugio o alimento de los enemigos naturales de
las plagas del cultivo o de otros animales que se comen las semillas de
malezas. En definitiva, los múltiples beneficios que resultan de estos refugios
con “malezas” son un fuerte argumento a favor de que deberían ser conservados.
Otro aspecto relacionado con la conservación de los
polinizadores es el uso de insecticidas en los agroecosistemas. Este es un tema
que preocupa, y que se espera evaluar en forma detallada en el futuro. Cada vez
hay más evidencia de que los pesticidas (incluso los que se consideraban
“seguros” para las abejas como los neonicotinoides) son un factor que ha
contribuido sustancialmente a la declinación global de polinizadores que se ha
registrado en décadas recientes.
Un paso en la conservación de polinizadores
El interrogante que surge es ¿cómo se puede escalar un
proyecto de conservación en cultivos extensivos con productores que siembran
miles de hectáreas de soja, maíz, o girasol?
La vegetación del borde del cultivo puede proveer alimento y
refugio a distintos grupos de organismos. En esta imagen se observan cuatro
especies de insectos alimentándose de las flores de una biznaga en el borde de
un cultivo de maíz en Carlos Casares. El proyecto tiene especial interés en
visitantes florales como éstos.
En las zonas típicamente agrícolas, creemos que hay que
focalizar el esfuerzo en el manejo y conservación de los pequeños parches
seminaturales que hay en los bordes de caminos, límites entre lotes,
terraplenes de tren y otras áreas no manejadas (por ejemplo, bajos y
humedales).
Aún en paisajes dominados por grandes extensiones de
cultivos existe una red de fragmentos conectados entre sí que pueden funcionar
no sólo como refugios de la biodiversidad sino también como una fuente de
beneficios para el área agrícola circundante. Estos beneficios pueden ser
múltiples: insectos que polinicen los cultivos, recursos florales para la
apicultura, animales que contribuyan al control de plagas y malezas.
En este sentido, un aspecto fundamental de los proyectos en
marcha es identificar qué características de los bordes determinan que sean
mejores o peores refugios para los polinizadores. Algunas de las cosas que
estamos evaluando son el ancho de los bordes y su composición de plantas.
Además, estamos viendo cómo cada porción de borde forma en realidad parte de un
paisaje complejo con múltiples elementos (cultivos, áreas no cultivadas, otros
bordes) con los cuales se relaciona y que pueden afectar su composición de
especies y su funcionamiento, permitiendo el movimiento de los polinizadores y
facilitando el traslado del polen. En este sentido los polinizadores son un
buen ejemplo de organismos móviles que “conectan” todo el paisaje.
Los bordes de cultivo ayudan a sostener poblaciones de
insectos benéficos, como esta abeja nativa que se dispone a polinizar las
flores de un capítulo de girasol en Carlos Casares.
Una vez que se consolide la conservación de lo que hay ahora
se puede avanzar en ampliar estas áreas no cultivadas con un sistema similar al
de los esquemas agroambientales que funcionan en otros países. Implicaría un
cambio profundo de mirada sobre todo el sistema de parte de todos los actores
involucrados, pero se puede hacer.
Independientemente de la forma particular que tomen los
proyectos de conservación, desde nuestro equipo de trabajo asumimos la
responsabilidad de generar y difundir información bien fundamentada, que pueda
contribuir a que las decisiones que se tomen y las iniciativas que se ponga en
marcha tengan cimientos lo más sólidos posibles. Por supuesto que también
debemos contribuir en interpretar la información disponible para otros sistemas
agrícolas del mundo y ver en qué medida se puede aplicar razonablemente en
nuestro país. Si falta una base de conocimiento confiable, todo lo que se
construya después va a resultar endeble y sus probabilidades de éxito serán
dudosas.
El proceso de generar conocimiento, incluido el de
naturaleza aplicada, puede resultar costoso -tanto en términos de tiempo como
de recursos-, pero definitivamente vale la pena en el mediano y largo plazo. No
podemos “jugar a los dados” con el destino de nuestra biodiversidad y los
numerosos beneficios que nos provee.
Un gran equipo
Monasterolo: Los investigadores están preocupados
por la conservación de los polinizadores ante el uso de insecticidas en los
agroecosistemas.
Monasterolo: Los investigadores están preocupados
por la conservación de los polinizadores ante el uso de insecticidas.
En estas líneas de investigación, que también involucran el
estudio de la polinización de plantas naturales y cultivadas, trabaja un equipo
de unas 15 personas. Un aspecto destacable es que fomentan la participación
colaborativa de investigadores de la FAUBA (algunos de los cuales pertenecen
también al CONICET), organismos de financiación (ANPCyT, UBA y empresas),
alumnos de grado (de la FAUBA, UCA y CAECE), de posgrado (CONICET) y becarios
posdoctorales (CONICET).
En su conjunto conforman un equipo de trabajo con intereses
diversos pero con el mismo compromiso de generar información científica de
calidad que tenga una aplicación concreta en la conservación y manejo de
nuestros recursos.
Fuente: Prensa FAUBA – TOMADO DE ENVIO DE PREGON AGROPECUARIO
DE AR
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