domingo, 4 de septiembre de 2016

REFUGIO DE BIODIVERSIDAD , EL BORDE DE CULTIVOS

 LOS BORDES DE CULTIVO COMO REFUGIO DE BIODIVERSIDAD
Aún en áreas agrícolas existe una red de vegetación natural conectada que funciona como hábitat de polinizadores, con varios beneficios: insectos que polinizan cultivos, flores para la apicultura y animales que contribuyen al control de plagas y malezas. Nuevas investigaciones de la FAUBA avanzan en el conocimiento de estos espacios.
* En colaboración con Marcos Monasterolo. MD es docente de la Cátedra de Botánica General de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) e investigador del CONICET; MM es becario doctoral del CONICET.
La descripción de la diversidad de polinizadores se realiza con técnicas de campo que incluyen, en algunos casos, la captura racional de insectos. En la imagen se ve una “red doble” (diseñada a partir de una pinza gastronómica) en acción. Fotos: Gentileza de los investigadores.
(SLT-FAUBA) La transformación en tierras de cultivo y pastoreo de los pastizales naturales que dominaban la región pampeana determina que actualmente el componente natural de estos agroecosistemas persiste sólo como una red de fragmentos inmersos en una matriz de campos de cultivos o pasturas. Un grupo de investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) busca atenuar el efecto de la pérdida de biodiversidad promoviendo la restauración y conservación de los bordes de cultivo y otros elementos lineales del paisaje (como las banquinas de los caminos) en los agroecosistemas, con especial foco en las plantas y sus visitantes florales.
Con el objetivo de avanzar sobre la valoración y conservación de los polinizadores en agroecosistemas, este grupo de trabajo viene trabajando en el proyecto “El rol de los bordes de cultivo en la conservación de la biodiversidad en agroecosistemas. Un enfoque estructural y funcional”, que recientemente fue premiado por el Fondo para la Conservación Ambiental de la Fundación Banco Galicia y que recibió también apoyo a través de un convenio entre CONICET y la empresa Syngenta.
Borde de un lote de trigo en el sitio de estudio en Carlos Casares (Pampa Interior). Los bordes de cultivo y otras áreas no manejadas del paisaje pueden actuar como refugio de plantas y animales que de otra forma no estarían presentes.
Borde de un lote de trigo en el sitio de estudio en Carlos Casares (Pampa Interior). Los bordes de cultivo y otras áreas no manejadas del paisaje pueden actuar como refugio de plantas y animales que de otra forma no estarían presentes.
Bordes gourmet y bodegón
Para avanzar en esta línea de investigación, se describió la diversidad de las comunidades de plantas y sus visitantes florales presentes en los bordes de cultivo de un agroecosistemas pampeano típico (en Carlos Casares), con particular atención a registrar la ocurrencia de interacciones entre las plantas y los visitantes utilizando un enfoque de redes ecológicas. Otro aspecto importante del proyecto es comprender la influencia del manejo (por ejemplo, el uso de herbicidas) y las características de los bordes (ancho, tipo de campo adyacente, heterogeneidad del paisaje circundante, etc.) en la estructura y funcionamiento de estas comunidades planta-polinizador, y en el traslado de polen que realizan los visitantes a lo largo de estos bordes.
Si bien los bordes anchos son mejores desde el punto de vista de la riqueza de especies que albergan, los angostos son muy visitados por las especies de polinizadores más comunes y abundantes.
Un resultado relevante desde el punto de vista de la conservación de las interacciones planta-polinizador en estos ambientes, es que parece existir una complementariedad entre los bordes de mayor y los de menor ancho. Si bien ambos ofrecen una cantidad similar de recursos florales por unidad de superficie, los bordes anchos ofrecen a los polinizadores un menú más “gourmet” (mayor variedad pero con menos flores por especie individual, es decir, porciones pequeñas), mientras que los bordes angostos ofrecen un menú “bodegón” (baja variedad pero con muchas flores por especie individual, es decir, pocos platos abundantes).
Si bien los bordes anchos son mejores desde el punto de vista de la riqueza de especies que albergan, los bordes angostos son muy visitados por las especies de polinizadores más comunes y abundantes (que son las que más contribuyen a la polinización del conjunto del sistema). Esta diferencia en el rol de cada tipo de borde parece deberse a que los bordes anchos son más estables (es decir, sufren menos disturbios), lo que da mayor oportunidad a que se establezcan y subsistan especies raras. Los bordes angostos, en cambio, sufren constantes disturbios (deriva de herbicidas, paso de maquinaria, etc.) lo que los mantiene en un estado “joven” (estadío sucesional temprano) en el que dominan algunas dicotiledóneas que producen abundantes flores.
El rol de las “malezas”
Un aspecto destacado de la investigación es la importancia en el sostén de los polinizadores de las llamadas “malezas” que subsisten en los bordes de cultivos y banquinas de caminos. Esto obliga a revisar el concepto de maleza, ya que resulta claro que catalogar a una especie como tal depende del contexto.
En general, la comunidad de plantas de los bordes difiere mucho de los cultivos lindantes en diversidad y estructura.
Desde el punto de vista de la conservación de los polinizadores, la maleza es un término cuyo uso hay que ver con ojos nuevos. Si bien dentro de un lote una especie puede ser considerada como maleza si interfiere de alguna forma con el rendimiento del cultivo, en los bordes de cultivo puede estar cumpliendo un rol distinto. En el caso de los polinizadores, si bien varios cultivos ofrecen néctar y polen como alimento durante su floración, es necesario mantener esas poblaciones de insectos durante toda la temporada para que cumplan su ciclo de vida, se reproduzcan y se perpetúen en el lugar.
Justamente las plantas del borde contribuyen a esto: son un sostén fundamental de la biodiversidad animal a lo largo del año. Al estar presentes muchas especies con temporadas de floración secuenciales ofrecen recursos alimenticios que se van renovando a lo largo de la temporada y que ayudan a mantener a los polinizadores (incluida la abeja melífera, por supuesto, que sin flores no podría producir miel). Lo mismo puede decirse de las plantas que funcionan como refugio o alimento de los enemigos naturales de las plagas del cultivo o de otros animales que se comen las semillas de malezas. En definitiva, los múltiples beneficios que resultan de estos refugios con “malezas” son un fuerte argumento a favor de que deberían ser conservados.
Otro aspecto relacionado con la conservación de los polinizadores es el uso de insecticidas en los agroecosistemas. Este es un tema que preocupa, y que se espera evaluar en forma detallada en el futuro. Cada vez hay más evidencia de que los pesticidas (incluso los que se consideraban “seguros” para las abejas como los neonicotinoides) son un factor que ha contribuido sustancialmente a la declinación global de polinizadores que se ha registrado en décadas recientes.
Un paso en la conservación de polinizadores
El interrogante que surge es ¿cómo se puede escalar un proyecto de conservación en cultivos extensivos con productores que siembran miles de hectáreas de soja, maíz, o girasol?
La vegetación del borde del cultivo puede proveer alimento y refugio a distintos grupos de organismos. En esta imagen se observan cuatro especies de insectos alimentándose de las flores de una biznaga en el borde de un cultivo de maíz en Carlos Casares. El proyecto tiene especial interés en visitantes florales como éstos.
En las zonas típicamente agrícolas, creemos que hay que focalizar el esfuerzo en el manejo y conservación de los pequeños parches seminaturales que hay en los bordes de caminos, límites entre lotes, terraplenes de tren y otras áreas no manejadas (por ejemplo, bajos y humedales).
Aún en paisajes dominados por grandes extensiones de cultivos existe una red de fragmentos conectados entre sí que pueden funcionar no sólo como refugios de la biodiversidad sino también como una fuente de beneficios para el área agrícola circundante. Estos beneficios pueden ser múltiples: insectos que polinicen los cultivos, recursos florales para la apicultura, animales que contribuyan al control de plagas y malezas.
En este sentido, un aspecto fundamental de los proyectos en marcha es identificar qué características de los bordes determinan que sean mejores o peores refugios para los polinizadores. Algunas de las cosas que estamos evaluando son el ancho de los bordes y su composición de plantas. Además, estamos viendo cómo cada porción de borde forma en realidad parte de un paisaje complejo con múltiples elementos (cultivos, áreas no cultivadas, otros bordes) con los cuales se relaciona y que pueden afectar su composición de especies y su funcionamiento, permitiendo el movimiento de los polinizadores y facilitando el traslado del polen. En este sentido los polinizadores son un buen ejemplo de organismos móviles que “conectan” todo el paisaje.
Los bordes de cultivo ayudan a sostener poblaciones de insectos benéficos, como esta abeja nativa que se dispone a polinizar las flores de un capítulo de girasol en Carlos Casares.
Una vez que se consolide la conservación de lo que hay ahora se puede avanzar en ampliar estas áreas no cultivadas con un sistema similar al de los esquemas agroambientales que funcionan en otros países. Implicaría un cambio profundo de mirada sobre todo el sistema de parte de todos los actores involucrados, pero se puede hacer.
Independientemente de la forma particular que tomen los proyectos de conservación, desde nuestro equipo de trabajo asumimos la responsabilidad de generar y difundir información bien fundamentada, que pueda contribuir a que las decisiones que se tomen y las iniciativas que se ponga en marcha tengan cimientos lo más sólidos posibles. Por supuesto que también debemos contribuir en interpretar la información disponible para otros sistemas agrícolas del mundo y ver en qué medida se puede aplicar razonablemente en nuestro país. Si falta una base de conocimiento confiable, todo lo que se construya después va a resultar endeble y sus probabilidades de éxito serán dudosas.
El proceso de generar conocimiento, incluido el de naturaleza aplicada, puede resultar costoso -tanto en términos de tiempo como de recursos-, pero definitivamente vale la pena en el mediano y largo plazo. No podemos “jugar a los dados” con el destino de nuestra biodiversidad y los numerosos beneficios que nos provee.
Un gran equipo
Monasterolo: Los investigadores están preocupados por la conservación de los polinizadores ante el uso de insecticidas en los agroecosistemas.
Monasterolo: Los investigadores están preocupados por la conservación de los polinizadores ante el uso de insecticidas.
En estas líneas de investigación, que también involucran el estudio de la polinización de plantas naturales y cultivadas, trabaja un equipo de unas 15 personas. Un aspecto destacable es que fomentan la participación colaborativa de investigadores de la FAUBA (algunos de los cuales pertenecen también al CONICET), organismos de financiación (ANPCyT, UBA y empresas), alumnos de grado (de la FAUBA, UCA y CAECE), de posgrado (CONICET) y becarios posdoctorales (CONICET).
En su conjunto conforman un equipo de trabajo con intereses diversos pero con el mismo compromiso de generar información científica de calidad que tenga una aplicación concreta en la conservación y manejo de nuestros recursos.

Fuente: Prensa FAUBA – TOMADO DE ENVIO DE PREGON AGROPECUARIO DE AR 

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