El poco nivel educativo y cultural del país, incluidas
Antioquia y Medellín, y por ende la escasa conciencia humana de que somos parte
de un cosmos, de un todo articulado en el que dependemos unos de otros, se
refleja en la captura de animales para diversión.
No de otra forma se explica que solo en la jurisdicción de
la corporación Corantioquia en 17 años se hayan recuperado y reubicado 37 218
animales salvajes (usando el término en su acepción más pura: que no han sido
domesticados).
Como presentó en este medio el periodista Gustavo Ospina
Zapata, en tres meses de este año se han recuperado 1163 individuos de
diferentes especies.
Es una cifra aterradora. Tener un animal esclavo para
satisfacer la vanidad es caer muy bajo. Basta imaginarse el sufrimiento de una
persona separada de su familia.
Duele saber que a estas alturas del siglo 21, no se crea que
los animales sufren y tienen sentimientos (este tema aún está en debate, pero
hay estudios que lo sugieren).
Hacer sufrir otro ser. Separarlo de su familia, hacer con
eso que mueran sus hijos o impedirle desarrollarse en su medio merece el
rechazo más contundente. Lo malo es que no es una conducta aislada. Nada menos
esta semana, cuando Corantioquia liberó 60 individuos de varias especies en las
selvas, en Envigado una señora entregó 14 tortugas y fue decomisada una lora
frente amarilla, otra persona devolvió un búho en Medellín y un tití fue
decomisado en el corregimiento San Cristóbal.
Además es alta la cantidad de pájaros que se perciben aún en
pequeñas jaulas porque ‘cantan muy bonito’. Aves condenadas a vivir en espacios
tan reducidos que su encarcelamiento escapa a cualquier tipo de explicación.
El alto número de individuos muestra que el problema es más
serio de lo que se pensaba y que no ha sido enfrentado con toda la decisión que
requiere.
El tráfico de fauna es el tercer negocio ilícito más
rentable del planeta, y es tan vil el que atrapa un animal sacándolo de su
entorno para vender una vida (un movimiento con alto índice de mortalidad) como
quien lo adquiere o lo tiene de una u otra forma.
Y aunque en nuestro medio solo interese la violencia entre
humanos, la que se practica con los animales merecería acciones serias,
coherentes y continuas por las autoridades municipales, ambientales y
policivas.
Maullido: la incoherencia ambiental de Medellín, Antioquia y
Colombia asusta. POR RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ - TOMA DO DE EL COLOMBIANO
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