MARCADOS POR LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD
A 41 años del Golpe, hijos de militantes reivindican la
bandera por la Memoria
FOTO Héctor Cian e Isabel "Lila" Soto, padres de
Daniel.
La desaparición y exterminio de miles de civiles fue una de
las consecuencias de la última dictadura militar en Argentina, entre ellos
decenas de correntinos. Pero las víctimas no fueron sólo aquellos juzgados por
pensar diferente, sino también los niños y niñas que nacieron en cautiverio o
fueron separados de sus padres a muy temprana edad. Esta nota reúne tres
historias de los hijos que vivieron en primera persona el dolor y la ausencia
que les dejó el terrorismo de Estado.
Por Melisa Vega
A 41 años del Golpe de 1976, las historias y voces de los
sobrevivientes han llevado al tribunal a genocidas que fueron juzgados por la
Justicia para recuperar la Memoria de las víctimas de la dictadura cívico
militar. ellitoral.com.ar logró reunir los testimonios de los hijos de
desaparecidos y ex presos políticos correntinos, que vieron con sus propios
ojos cómo militares se apoderaban de las vidas de sus padres. Rodeados de la
ausencia, la negación y la reconstrucción de la identidad, hoy ya con una
familia propia constituida Daniel Cian, Clarisa Sobko y Joaquín Chaval Arqueros, reviven esa
historia y cuentan cómo vivieron la infancia, juventud y adultez sin la guía de
aquellos que los engendraron.
Con apenas 2 años de edad, situados en la localidad
santafecina de Rosario, Daniel Cian vió como secuestraron a sus padres el 10 de
marzo de 1976. Su madre, la correntina Isabel “Lila” Soto estaba embarazada de
8 meses, Cian cuenta que según investigaciones la mataron al instante, mientras
que a su padre Héctor unos días después. Luego de ese momento, lo dejaron a
cargo de una asistente social quien se encargó de ubicarlo en un hogar de una
iglesia de Rosario para tiempo después irse con una familia de apellido Correa.
“Estuve con ellos aproximadamente 8 meses, después nos
enteramos gracias a una carta anónima que enviaron mi abuela materna que eran
apropiadores, por lo que junto a mi tía me fue a buscar y después de días de insistencia
lograron traerme a Corrientes. Mi apego
al verla fue tal que no quedaban dudas que era con quién debía estar”, afirma
con soltura.
Clarisa Sobko nació en 1976 en clandestinidad. Su padre
Pedro Sobko era misionero y su madre Elida Goyeneche goyana. Ambos estudiaban
Medicina en la UNNE y militaban en el PRT ERP. Cuenta que a su papá lo
secuestraron en mayo de 1977 y lo mataron ese mismo día cuando intentó huir.
Supo que lo enterraron en el cementerio de Paraná Entre Ríos en la parte de
“indigentes” pero luego de varias excavaciones aún no pudieron encontrarlo. A
su mamá, en tanto, la secuestraron en Goya en en el ‘78 y desde ese momento
quedó desaparecida: “Mi hermano tenía
más o menos tres años y yo uno y
dos meses cuando se llevaron a mi vieja, por lo que quedamos a cargo de
nuestros abuelos Goyeneche y cuando volvió la democracia nos fuimos a Paraná”,
expresa Clarisa.
El “Bocha” Arqueros, padre de Joaquín, desapareció a fines
del ‘76. Lo vió por última vez un año antes pero dice que “lo recuerda
rearmando momentos a partir de testimonios
de otras personas”, mientras que a
su madre, Judit Casco, la detuvieron en mayo de aquel año. La llevaron
con su hermana Guadalupe que en ese entonces tenía unos pocos meses de vida.
Ambos quedaron a cargo de sus abuelos. Joaquín con los
paternos y su hermana con los maternos. Tuvieron una infancia “atípica” donde
recuerda las idas constante a las cárceles a visitar a su mamá y lo difícil que
fue enfrentar la ausencia de su padre,
de quien nunca más tuvieron noticias.
Búsqueda de la
identidad
Daniel Cian cuenta que después de venir a Corrientes en el
77, vivió un tiempo de silencio, donde prefirió no saber qué había pasado y
disfrutar de su “familia armada”. Fue luego de que murió su abuela que se chocó
con la realidad y sintió la necesidad de saber la verdad que mucho tiempo le
fue oculta: “Yo sabía que algo ocurría lo sentía en la piel, sentía que la
historia era otra, pero la imaginación nunca era saciada ya que no podía hablar
con nadie porque no me querían contar qué pasó, sólo me decían que fue un
accidente de tránsito”, expresa. Aclara que en su familia tampoco mucho se
conocía qué había pasado, por lo que se sintió ante el deber de salir a buscar
y armar esa historia.
Tenía 15 años cuando empezó a investigar y explica que si
bien fue duro, también lo sintió necesario “para construirse no a través de la
misma historia pero sí en pos del mismo camino”. Luego de la intensa búsqueda
logró dar con los restos de su madre y traerlo a Corrientes para que descanse
en el Memorial del Desaparecido junto a Rómulo Artieda y ahora Rafaella
Filipazzi: "Tener sus restos fue muy fuerte pero también importante, tanto
que para cada cosa que fui agregando siempre hay un antes y un después",
relata.
Arqueros vivió con dolor y mucha nostalgia la ausencia del “Bocha”.
Narra que intentaba rearmar su figura, saber cómo era en la cotidianeidad para
sentirse reflejado en él: “Quería saber cómo era su personalidad, cómo era en
el amor, si era bueno en el fútbol o era pata dura. Al tiempo supe que le
gustaba el remo por lo que me contaban en el Regatas. Son cosas que sé porque
me dijeron porque nunca lo vi remar ni tuve la oportunidad de que me enseñe”,
señala.
La falta de esa figura masculina que lo guiara lo vivió con
mucho quebrando pero prefirió hacerlo en silencio. Dice que hoy siendo papá
puede estar de acuerdo o no en las decisiones que los suyos tomaron, pero
entiende que eran otros momentos. Después de mucho tiempo de reprimir el
sentimiento logró superarlo con la ayuda de psicólogos y así encontrar respuestas.
Clarisa también buscaba ese reflejo, conocer características
y saber cómo eran: “Me hacía muy bien que la gente me contara sobre ellos.
Siempre los tuve en lugar de héroes y nunca los culpé de su decisión. A veces
no entendía por qué otros compañeros lo criticaban al decir que eligieron la
militancia y no la crianza, yo creo que eso va en conjunto, porque la
militancia tiene que ver con un proyecto de familia. El enemigo no era si
hicieron algo mal o no, sino que fueron víctimas de un proyecto que intentaba
desaparecerlos”, asegura.
Reivindicación
Sobko prefirió seguir el camino de sus padres a través de la
militancia activa. Hoy es parte de la organización H.I.J.O.S y afirma que desde
muy pequeña entendió la importancia de llegar a metas bajo la “organización” y
de esa forma “buscar justicia, memoria y verdad”.
Daniel en cambio lo vive diferente, no siendo un militante
activo sino “parte de un pensamiento social, de la historia y la Memoria” para
de es forma no repetir los mismos errores: “La democracia es tan sútil o frágil
que siempre han habido momentos políticos donde
se la ha querido corromper, entonces tener la conciencia civil me parece
que es algo tan militante como del que está dentro de una organización”,
agrega. Él es artista, por lo que asegura que también desde su espacio intenta
transmitir y transparentar sus intenciones y su situación ideológica.
En tanto Arqueros comenta que nunca militó porque
“subjetivamente siempre tuvo bronca a los partidos políticos” pero que después
de un tiempo lo procesó de otra forma y tuvo claro qué pensaba y lo que decide,
algo que hoy lo trasluce en el periodismo.
A 41 años del Golpe, Cian, Sobko y Arqueros viven el 24 de
marzo con Memoria, teniendo presente qué pasó y cómo el golpe de Estado actúo
con quienes levantaron una lucha y sostuvieron sus ideas. Entienden la
necesidad de tenerlo presente para no cometer los mismos errores, encontrar los
responsables y siempre con la firmeza de transmitir la verdad a sus hijos.
Nota relacionada: Clarisa Sobko: “El momento que más sentí
la ausencia de mis padres fue cuando fui mamá” TOMADO DE EL LITORAL DE CTES AR
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