El
extraordinario antepasado que hace que los tibetanos sean diferentes de los
andinos pese a vivir a grandes alturas Autor: BBC Mundo
Por mucho tiempo ha sido un misterio cómo los tibetanos
pueden vivir en el “techo del mundo”, tomando en cuenta la poca disponibilidad
de oxígeno, sin los efectos negativos que se evidencian entre los andinos. La
clave parece remontarse a una mezcla genética que tuvo lugar hace millones de
años.
BBC: El extraordinario antepasado que hace que los tibetanos
sean diferentes de los andinos pese a vivir a grandes alturas
Hace miles de años, una familia se asentó en la cima del
mundo. Vivían en la meseta tibetana, a 4.200m sobre el nivel del mar, en un
sitio ahora conocido como Chusang.
Esa familia dejó una marca duradera: 19 huellas de manos y
pies quedaron grabadas en el barro arcilloso que se filtraba de un manantial. A
juzgar por el tamaño, el grupo familiar contenía seis individuos, dos de los
cuales eran niños. Pero, ¿quiénes eran? ¿Y qué los llevó a tales altitudes?
Todo lo que se sabe es que las huellas en Chusang datan de
hace 12.700 y 7.400 años, por lo que es uno de los sitios arqueológicos más
antiguos en la meseta tibetana.
Pero lo que hace especial a la familia de Chusang es su
aislamiento, señala Mark Aldenderfer, antropólogo de la Universidad de
California en Merced. Su supervivencia es extraordinaria.
Aunque el calor del fuego podía protegerlos del frío, la
familia de Chusang no podía resguardarse de un obstáculo obvio pero inevitable:
el aire se hace más fino con cada paso hacia el cielo.
Pulmones con forma de
barril
A más de 4.000m sobre el nivel del mar, cada respiración
contiene alrededor de un tercio menos de oxígeno que otra a menos altura.
El altiplano tibetano ha estado habitado pero miles de años.
Pero los secretos de supervivencia de quienes viven ahí apenas comienzan a ser
descubiertos. Getty Images
Cualquier escalador de montaña puede describir la falta de
aliento que normalmente viene con la altitud.
La presión del aire disminuye cuanto más se camina o vuela
por encima de la superficie del mar, permitiendo que las moléculas de gas se
diseminen en todas direcciones, y el pulmón sólo puede estirarse de modo
limitado hasta compensarlo.
A lo largo de muchos cientos de generaciones, las personas
que viven en el altiplano andino que se extiende desde Perú a Bolivia han
desarrollado pechos en forma de barril que aumentan el volumen de cada una de
sus respiraciones.
Y desde finales del siglo XIX los científicos saben que su
sangre está llena de glóbulos rojos y hemoglobina, las moléculas que llevan
oxígeno.
Cuando el oxígeno escasea, la sangre se espesa para aumentar
la cantidad que puede llevar a las células alrededor del cuerpo. Esta respuesta
hematopoyética también se produce en cualquiera que decida escalar una montaña.
Y como casi toda la investigación de las condiciones de vida
en las alturas se condujo por mucho tiempo en los Andes, la hematopoyesis fue
vista como una respuesta universal a bajos niveles de oxígeno durante casi dos
siglos.
Fue sólo a finales de los años 70 y principios de los 80,
después de ir de excursión a siete aldeas en Nepal, que Cynthia Beall,
antropóloga de Case Western Reserve University en Ohio, empezó a encontrar que
los tibetanos no se ajustaban a esta teoría.
Como a nivel del mar
En primer lugar, carecían de los pechos en forma de barril,
pero parecían respirar a un ritmo más rápido que los andinos.
Y en segundo lugar, Beall y sus colegas encontraron que los
tibetanos tienen niveles de hemoglobina sorprendentemente bajos, a menudo
dentro del rango de lo que es normal para las personas que viven al nivel del
mar.
A los investigadores les sorprendió al principio encontrar
que los tibetanos no contaban, al parecer, con las adaptaciones fisiológicas
que se requieren para la vida en las alturas. Getty Images
Aunque viven en el llamado “techo del mundo”, su estado
fisiológico parecía sorprendentemente similar al de aquellos que nunca habían
despegado del suelo.
Lo que al principio parece ser muy paradójico -por no
mencionar potencialmente peligroso-, realmente tiene mucho sentido.
Un beneficio, por ejemplo, es el menor desgaste en sus vasos
sanguíneos.
“Si usted tiene altos niveles de hemoglobina, su sangre
tiende a ser más viscosa, y eso puede tener muchos efectos perjudiciales”, dice
Tatum Simonson de la Universidad de California en San Diego.
Sin CMS
Un resultado posible de esta tensión adicional en el sistema
circulatorio es la Enfermedad Crónica de Montaña o CMS.
Descrita por primera vez en 1925 por el médico peruano
Carlos Monge Medrano, la CMS (también conocida como Enfermedad de Monge) puede
afectar a personas que han vivido sin problemas en la altitud durante años.
“La gente se queda sin aliento”, explica Bell. “Se vuelven
cianóticas (sus labios y extremidades se tornan azules), no pueden trabajar, no
pueden dormir bien. Están muy enfermos”.
Al igual que con el mal de altura a corto plazo, el remedio
para CMS es un lento descenso hacia un aire más grueso y oxigenado. Pero no es
una cura.
Tibet atrae a millones de turistas todos los años, muchos de
los cuales pueden verse afectados por el llamado “mal de alturas”. Getty Images
El líquido puede haberse acumulado ya en los pulmones (edema
pulmonar de altitud o EPA) o en el cerebro (edema cerebral de altitud, o ECA),
o la sangre gruesa puede estar congestionada en otros órganos vitales. El peor
escenario es la muerte.
En los Andes peruanos, hasta el 18% de la población
desarrolla CMS en algún momento de sus vidas. Pero en la meseta tibetana ese
número rara vez supera el 1%.
Explicación en el pasado
Ciertamente, la sangre delgada ayuda a reducir el riesgo de
CMS, pero no es la única razón por la cual el pueblo tibetano puede vivir
felizmente en tales extremos.
En 2005, Beall y sus colegas encontraron que los tibetanos
exhalan más óxido nítrico en comparación con las personas que viven en los
Andes y al nivel del mar.
Este gas conduce a un ensanchamiento de los vasos sanguíneos
en el pulmón y alrededor del cuerpo, conocido como vasodilatación. Con más
espacio, el flujo sanguíneo y el transporte de oxígeno pueden aumentar.
Y, como sugiere Simonson, ¿es posible que los tibetanos
simplemente no requieran tanto oxígeno como los demás?
En 2010, al comparar los genomas de 30 tibetanos con los de
una población chinos Han residentes en Pekín, Simonson pudo identificar
aquellos genes que estaban asociados con la vida en altura.
Cambios genéticos muy rápidos han permitido a generación
tras generación vivir en este ambiente. Getty Images
En dos semanas de 2010, otros tres grupos de investigadores
publicaron cada uno un estudio que encontró un puñado de genes muy diferentes
entre las dos poblaciones.
Se destacaron dos genes llamados EPAS1 y EGLN1, conocidos
por modular los niveles de la hemoglobina en sangre.
Después de observar más de cerca el gen EPAS1 de los genomas
tibetanos, Rasmus Nielsen, de la Universidad de California, no sólo encontró
que era un cambio abrupto, sino también único.
Era como si los tibetanos hubieran heredado el gen de otra
especie. Y, de hecho, fue exactamente lo que sucedió.
Nielsen había trabajado en el proyecto del genoma del
neandertal con el experto en ADN antiguo Svante Paabo, del Instituto Max Planck
de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania.
Sabía que nuestra especie se había mezclado con estos primos
evolutivos cercanos, y examinó su ADN en busca de la fuente del gen específico
tibetano-EPAS1. No halló coincidencia.
Eso no fue tan sorprendente. Se sabe que los neandertales se
aparearon sólo con los antepasados de los modernos europeos.
Para las personas de ascendencia asiática, Nielsen miró
hacia los denisovanos, otra rama del árbol de la familia humana.
“Hubo una coincidencia completa”, dice.
Descubiertos en las montañas de Altai en Siberia, sólo se
conocen a partir de dos dientes y un hueso de dedo pequeño, del que Paabo y sus
colegas publicaron un genoma en bruto en 2012. Los resultados demostraron que
las poblaciones de Papua Nueva Guinea, Australia y algunas regiones del sureste
asiático había heredado entre el 1-6% de su genoma de denisovanos.
Las variantes genéticas que han llevado a su adaptación
provienen de especies ahora extintas. Getty Images
Hace entre 50.000 y 30.000 años, algunos denisovanos y los
antiguos antepasados de tibetanos y chinos Han tuvieron relaciones sexuales,
combinaron sus genomas, mezclaron los genes y produjeron niños que crecerían
para tener descendencia propia.
Durante las siguientes decenas de miles de años, este gen
EPAS1 parece haber conferido poco beneficio a los chinos Han y sólo se
encuentra en aproximadamente el 1% de la población actual.
Pero para todos aquellos grupos intrépidos que se
trasladaron a la meseta tibetana, incluida la familia de Chusang, les ayudó a
hacer cada respiración más fácil.
Allí el 78% de la población actual tiene esta versión de
EPAS1, un gen que los separa de los que viven más abajo, pero los conecta con
el pasado. BBC , TOMADO DE LA TERCERA DE CHILE
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