Es lo
opuesto a la piedad y la solidaridad, una suerte de lepra del siglo XXI.
¿Aporofobia?
Por
Osvaldo Nicolás Pimpignano
La Aporofobia es un mal que lamentablemente se
extiende por todo el planeta, pero para que algo exista en la conciencia
colectiva hay que poder nombrarlo. Poner nombre a lo que ocurre y no se ve, o
no se quiere ver, es lo que ha hecho la filósofa española Adela Cortina como
una realidad que está ahí pero preferimos ignorar: el miedo, la aversión, el
asco y el rechazo a los pobres. Lo ha denominado Aporofobia, un fenómeno que
está en el origen de las corrientes de xenofobia y racismo que se extienden por
el acomodado mundo occidental. Adela Cortina lo utiliza en trabajos académicos
y artículos, hasta imponerlo, pese a las reticencias de los editores a las
palabras extrañas, como el título de su último libro: Aporofobia, el rechazo al pobre (Paidós, 2017).
La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin
recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) se refiere al miedo hacia
la pobreza y hacia las personas pobres. Es la repugnancia y hostilidad ante las
personas pobres, sin recursos o desamparadas por aquellos que no la sufren. Es lo opuesto a la piedad y la solidaridad, una
suerte de lepra del siglo XXI.
El concepto de Aporofobia fue acuñado en
los años 1990 por Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de
la Universidad de Valencia. En mayo de 2017, la Fundación del Español Urgente
(Fundéu) señaló que se trataba de un «neologismo válido» y en septiembre del
mismo año fue incluido en el Diccionario de la lengua española de la Real
Academia Española. También fue elegida palabra del año 2017 por Fundéu. Adela
Cortina la creó para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se
refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por
grupos étnicos. La diferencia entre Aporofobia y xenofobia o racismo es que,
socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras
etnias, cuando estas personas tienen patrimonio, recursos económicos y/o
relevancia social y mediática, también se le aplica a sus connacionales, una
situación que se produce en todos los extractos sociales, en particular los más
pudientes.
En la palabra aporofobia Fundéu ha encontrado
no solo un término muy significativo, sino una rara avis lingüística: “una voz
con autor conocido y fecha de nacimiento”. El esfuerzo ha tenido
recompensa. Hace unas semanas el neologismo fue incorporado al Diccionario de
la lengua española, como en años anteriores fueron populismo, refugiado, selfi
y escrache.
La aporofobia como antes mencioné; es el odio,
miedo y rechazo a las personas pobres. La pobreza es una característica
circunstancial en la vida de los seres humanos y en ningún caso forma parte de
la identidad. Es sin duda una resultante de situaciones y políticas no creadas
por quienes la padecen, quienes además no tienen posibilidad de revertirla
individualmente. La pobreza no es una condición permanente ni deseada de las
personas, sino una situación indeseable e injusta, pero superable. La
posibilidad de que las personas puedan salir de la situación de pobreza y
abandonar la exclusión social, tiene un efecto de culpabilización individual de
las personas por su situación de pobreza, ya que no se tienen en cuenta las
circunstancias sociales, políticas y/o económicas que influyen en los procesos
de exclusión. Las creencias y mitos generados en este proceso de
culpabilización son las ideas que subyacen a la aporofobia, «están en la calle
porque quieren», «tendrían que ponerse a trabajar», «son unos vagos», etc.
La aporofobia se transmite a partir de una
construcción social que relaciona a las personas pobres con delincuencia,
situándolas en el imaginario social como posibles delincuentes antes que como
potenciales víctimas de la discriminación y la violencia. Sin duda tenemos
validos ejemplos de delincuentes de alto estatus social que delinquen aplicando
prácticas especulativas o de evasión de sus obligaciones impositivas o en el
ejercicio de cargos en el Estado, y sin embargo no son mal vistos por la
generalidad de la sociedad. Existen políticas públicas orientadas a la
seguridad y a la convivencia, así como malas prácticas periodísticas, en torno
a la pobreza y la exclusión social que favorecen la transmisión de una imagen
de criminalización de la pobreza. Mientras tanto, además los yates atracan sin
problemas, en la costa rica del Mediterráneo mientras las pateras se hunden
tratando
de alcanzarlas.
La aporofobia, como señala Adela Cortina, es lo
que alimenta el rechazo a inmigrantes y refugiados. No se les rechaza por
extranjeros, sino por pobres. Nadie pone reparos a que un jeque árabe se
instale en un país europeo, ni a facilitar la residencia a un futbolista famoso
como hemos podido apreciar en el recientemente finalizado mundial de futbol
realizado en Rusia, donde la presencia de jugadores africanos o de esa
descendencia eran victoriados. El ejemplo más palpable los es el equipo
campeón, Francia, que de sus 23 representantes 14 son de origen africano y 5
formaron en el equipo titular, entre ellos el goleador.
A Trump no se le ha ocurrido poner un muro en
el norte de su país, en la frontera con Canadá, sino en el sur, en la frontera
con México. Como decía la Aporofobia aparece en todos los niveles sociales,
lamentablemente alcanzado a los de más poder, que son quienes debieran crear
condiciones para eliminarla.
Estas prácticas políticas, sociales y
mediáticas generan representaciones deshumanizadoras de las personas en
situación de extrema pobreza y crean una distancia simbólica entre «nosotros» y
«ellos». De este modo, a través de procesos de deslegitimización y exclusión
moral la ciudadanía no se siente obligada a aplicar las normas morales, reglas
sociales y consideraciones de justicia que aplicarían con la población que no
está excluida socialmente.
Por
Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista
de Investigación – FLACSO
Para:
ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
Las
imágenes fueron tomadas de la Web
No hay comentarios:
Publicar un comentario