sábado, 21 de julio de 2018

LO PUESTO A LA PIEDAD : APOROFOBIA


 Es  lo opuesto a la piedad y la solidaridad, una suerte de lepra del siglo XXI.
¿Aporofobia?
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano

La Aporofobia es un mal que lamentablemente se extiende por todo el planeta, pero para que algo exista en la conciencia colectiva hay que poder nombrarlo. Poner nombre a lo que ocurre y no se ve, o no se quiere ver, es lo que ha hecho la filósofa española Adela Cortina como una realidad que está ahí pero preferimos ignorar: el miedo, la aversión, el asco y el rechazo a los pobres. Lo ha denominado Aporofobia, un fenómeno que está en el origen de las corrientes de xenofobia y racismo que se extienden por el acomodado mundo occidental. Adela Cortina lo utiliza en trabajos académicos y artículos, hasta imponerlo, pese a las reticencias de los editores a las palabras extrañas, como el título de su último libro: Aporofobia, el rechazo al pobre (Paidós, 2017).
La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo)​ se refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. Es la repugnancia y hostilidad ante las personas pobres, sin recursos o desamparadas por aquellos que no la sufren. Es  lo opuesto a la piedad y la solidaridad, una suerte de lepra del siglo XXI.
El concepto de Aporofobia fue acuñado en los años 1990​ por Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia. En mayo de 2017, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) señaló que se trataba de un «neologismo válido» y en septiembre del mismo año fue incluido en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española. También fue elegida palabra del año 2017 por Fundéu. ​ Adela Cortina la creó para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos. La diferencia entre Aporofobia y xenofobia o racismo es que, socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras etnias, cuando estas personas tienen patrimonio, recursos económicos y/o relevancia social y mediática, también se le aplica a sus connacionales, una situación que se produce en todos los extractos sociales, en particular los más pudientes.​
En la palabra aporofobia Fundéu ha encontrado no solo un término muy significativo, sino una rara avis lingüística: “una voz con autor conocido y fecha de nacimiento”. El esfuerzo ha tenido recompensa. Hace unas semanas el neologismo fue incorporado al Diccionario de la lengua española, como en años anteriores fueron populismo, refugiado, selfi y escrache.
La aporofobia como antes mencioné; es el odio, miedo y rechazo a las personas pobres. La pobreza es una característica circunstancial en la vida de los seres humanos y en ningún caso forma parte de la identidad. Es sin duda una resultante de situaciones y políticas no creadas por quienes la padecen, quienes además no tienen posibilidad de revertirla individualmente. La pobreza no es una condición permanente ni deseada de las personas, sino una situación indeseable e injusta, pero superable.​ La posibilidad de que las personas puedan salir de la situación de pobreza y abandonar la exclusión social, tiene un efecto de culpabilización individual de las personas por su situación de pobreza, ya que no se tienen en cuenta las circunstancias sociales, políticas y/o económicas que influyen en los procesos de exclusión. Las creencias y mitos generados en este proceso de culpabilización son las ideas que subyacen a la aporofobia, «están en la calle porque quieren», «tendrían que ponerse a trabajar», «son unos vagos», etc.
La aporofobia se transmite a partir de una construcción social que relaciona a las personas pobres con delincuencia, situándolas en el imaginario social como posibles delincuentes antes que como potenciales víctimas de la discriminación y la violencia. Sin duda tenemos validos ejemplos de delincuentes de alto estatus social que delinquen aplicando prácticas especulativas o de evasión de sus obligaciones impositivas o en el ejercicio de cargos en el Estado, y sin embargo no son mal vistos por la generalidad de la sociedad. Existen políticas públicas orientadas a la seguridad y a la convivencia, así como malas prácticas periodísticas, en torno a la pobreza y la exclusión social que favorecen la transmisión de una imagen de criminalización de la pobreza. Mientras tanto, además los yates atracan sin problemas, en la costa rica del Mediterráneo mientras las pateras se hunden tratando
de alcanzarlas.
La aporofobia, como señala Adela Cortina, es lo que alimenta el rechazo a inmigrantes y refugiados. No se les rechaza por extranjeros, sino por pobres. Nadie pone reparos a que un jeque árabe se instale en un país europeo, ni a facilitar la residencia a un futbolista famoso como hemos podido apreciar en el recientemente finalizado mundial de futbol realizado en Rusia, donde la presencia de jugadores africanos o de esa descendencia eran victoriados. El ejemplo más palpable los es el equipo campeón, Francia, que de sus 23 representantes 14 son de origen africano y 5 formaron en el equipo titular, entre ellos el goleador.
A Trump no se le ha ocurrido poner un muro en el norte de su país, en la frontera con Canadá, sino en el sur, en la frontera con México. Como decía la Aporofobia aparece en todos los niveles sociales, lamentablemente alcanzado a los de más poder, que son quienes debieran crear condiciones para eliminarla.
Estas prácticas políticas, sociales y mediáticas generan representaciones deshumanizadoras de las personas en situación de extrema pobreza y crean una distancia simbólica entre «nosotros» y «ellos».​ De este modo, a través de procesos de deslegitimización y exclusión moral la ciudadanía no se siente obligada a aplicar las normas morales, reglas sociales y consideraciones de justicia que aplicarían con la población que no está excluida socialmente.​
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista de Investigación – FLACSO
Para: ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
Las imágenes fueron tomadas de la Web

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