MUJERES AL BORDE DE
LAS AUTOPISTAS
Autor: María José Jarpa
Según el Ministerio de Desarrollo Social, el 16% de las
12.255 personas que no tienen casa y viven en esquinas y verederas corresponde
a mujeres. Fundación Gente de la Calle detectó a 14 junto a las carreteras.
Esta es su historia.
Mujeres al borde de las autopistas
María Paz vive actualmente en este rincón, junto a la Ruta
68, a la salida de la Región Metropolitana. Foto: Sebastian Díaz
María Paz, Carla y Adelaida están unidas por una historia en
común. Las tres han vivido en la calle por diferentes circunstancias. Y las
tres han habitado en los bordes de alguna de las autopistas urbanas que
atraviesan la capital; aquellos espacios ocultos entre los árboles, la maleza y
el cemento.
En 2016, la Fundación Gente de la Calle, que trabaja con
personas en esta realidad, detectó a un grupo de 14 mujeres viviendo junto a la
Ruta 68. Entre ellas estaban Carla y María Paz. Hace tres semanas, María Paz
dejó el cobijo provisorio donde vivía junto a esta autopista, luego de que
tomaran detenido por robo a su actual pareja.
Ella tiene 45 años y ha vivido los últimos cinco de manera
intermitente en la calle, por su dependencia a las drogas. En ese contexto de
consumo cuenta que conoció a Andrés. “Me fui a la calle por las drogas. Como él
(Andrés) me protegía, no dejaba que nadie me pasara a llevar, yo decidí no
volver a mi casa, y me fui quedando con él”, señala. Agrega que antes de irse
de su hogar “sufría violencia intrafamiliar de mi ex pareja”.
María Paz cuenta que pernoctó junto a Andrés en plazas y
moteles baratos, cuando tenían dinero, hasta que finalmente encontraron un
espacio. Junto a la ruta.
Señala que vivir en esta zona tenía sus riesgos, que estaba
el temor de los robos y los incendios, pero que lo prefería a un albergue,
donde no conocía a nadie. También refiere que en el lugar había otras mujeres,
y que algunas se prostituían o las parejas les decían que lo hicieran. “También
conocí a una señora a la que el marido la dejó en la calle, le quitó todo. No
se hace cuanto tiempo está en esta situación”, indica, enfatizando que ya no
quiere volver a vivir en “el ruco” (la ruta).
Carla, una mujer de 32 años, también habita en la Ruta 68.
Fue expulsada de su hogar por el consumo de drogas y ha entrado y salido de la
calle desde los 23.
Dice que tuvo problemas en su hogar desde niña. Tenía que
cuidar a sus hermanos menores mientras su madre trabajaba. Luego fue víctima de
la violencia de parte de una pareja. Ahora vive con un amigo, al lado de la
carretera. ¿Por qué aquí? “Porque hay un espacio que uno puede ocupar para hacer
su ‘ruco’. En un hospital, por ejemplo, no tienes esa privacidad, no puedes
estar tranquila”, comenta.
Hay un tema que es particularmente sensible para Carla: sus
hijos. Tiene tres y se quiebra al hablar de ellos. El mayor vive con su madre y
las dos menores, con su ex pareja. “Espero recuperarlos”, comenta.
Desarrollo social
En Chile, de las 12.255 personas catastradas en situación de
calle por el Ministerio de Desarrollo Social, un 16% son mujeres. La mayoría de
ellas, menores de 24 años. Y viven principalmente en la zona norte del país.
Alejandra Ramm, experta en género e investigadora de las
universidades Diego Portales y Valparaíso, señala que “probablemente, estas
mujeres que están en la calle no buscan esa situación, sino que son expulsadas
del espacio convencionalmente asignado a lo femenino”.
Francisco Javier Román, director ejecutivo de la Fundación
Gente de la Calle, explica que la calle “es mucho más difícil para las mujeres,
por el tema de las pautas culturales. Además están los riesgos de estar
expuestas a la violencia, al maltrato”.
Adelaida Morales “residió” seis años en Fermín Vivaceta y
relata cómo logró salir. Foto: Luis Sevilla
Adelaida Morales (39) relata que logró salir de las calles
tras vivir seis años en avenida Fermín Vivaceta, cerca del enlace con la
Autopista Central.
“Me instalé en ese sector, cerca de la carretera, porque era
tranquilo, a pesar de lo solitario. Me sentía más segura porque los
delincuentes no se van a meter a esos lados”, comenta.
Sus recuerdos son, obviamente, crudos. Hasta hoy no olvida
el frío y el hambre. Y subraya que logró salir de esta situación motivada por
el nacimiento del último de sus hijos.
Actualmente trabaja vendiendo bebidas en un carro de
supermercado. Arrendó una casa, donde vive con su pareja y su hijo menor, y
está ahorrando para postular a una vivienda. Sin embargo, acaba de recibir una
orden de desalojo, debido a una deuda de los dueños de la residencia.
“Tengo miedo, porque no quiero volver a la calle, lo pasé
muy mal. Ahora me preocupa mi hijo, si vuelvo a la calle me lo van a quitar.
Sería injusto que me lancen a la calle; soy una persona que se está
reintegrando”, subraya. Tomado de la tercera de chile
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