Niños pobres
llenarían 7.800 camionetas escolares
El concepto de igualdad en la educación está perimido y no
se perciben cambios
L. carreño
La moña, ese factor identitario de la enseñanza pública
uruguaya, también simboliza la igualdad. La escuela era un lugar donde los
niños más pobres del barrio compartían banco con los de clase media y alta.
Todos vestidos igual y recibiendo las mismas oportunidades. Pero esa realidad
es de otro siglo, no sucede desde hace tiempo.
Por el contrario, para algunos académicos, la educación
pública en vez de ser esa institución homogeneizadora, está segregando a la
sociedad.
Unas 7.819 camionetas de transporte escolar de 15 asientos
son las que se podrían llenar en Uruguay con los 117.284 niños de entre 0 y 12
años que actualmente viven bajo la línea de pobreza. La equivalencia la realizó
El Observador a partir de la última estimación de pobreza realizada por el
Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondiente a 2015 (último dato
disponible). De la cifra global, poco menos de la mitad de los niños (57.255)
tienen entre 0 y 6 años, el resto tiene entre 6 y 12.
Los datos oficiales del Ministerio de Desarrollo Social
(Mides) establecen que uno de cada cinco niños menores de 5 años (20%) viven en
situaciones por debajo de la línea de pobreza, pero el 40% nace en hogares con
necesidades básicas insatisfechas.
Además, la composición geográfica de la pobreza incide. Ante
esa realidad, ¿tiene sentido que la educación pública uruguaya siga apostando a
dar una enseñanza igualitaria para todos o debería tratar diferente a quien lo
necesite?
Según las autoridades de Primaria ya hay un cambio en ese
sentido y se están aplicando algunas herramientas, que de todas formas lucen
muy limitadas. Pero varios expertos cuestionan tanto la estructura del sistema
como los resultados que se obtienen desde la enseñanza.
Un estudio sobre Segregación urbana en Montevideo, realizado
por los sociólogos Pablo Menese Camargo y Florencia Aguirre señala que la forma
en que se decide a qué centros educativo va el niño, así como la forma de
elección de horas docentes, colabora con esa segregación.
“Nos encontramos con centros de contexto muy crítico con
docentes sin experiencia y con centros de contexto muy favorable con docentes
con experiencia”, señalan los investigadores. Toman de ejemplo, en base a un
estudio realizado por Fernando Filgueira y Renato Operti entre otros, el liceo
3 de segundo ciclo en Parque Batlle, que tiene 70% de docentes con más de 16
años de experiencia, y al liceo 70 de primer ciclo en La Teja, que no tiene
ningún docente con esa experiencia.
Además, aseguran, los padres de familias de clase media
trampean el domicilio para elegir una escuela o un liceo de un barrio con
mejores centros educativas. Los investigadores comprobaron cómo algunos
contratan una emergencia móvil en la fecha de las inscripciones y dan una
dirección cerca del centro al cual se aspira concurrir. Según Menese y Aguirre,
esa práctica es común en las escuelas de Malvín Norte separadas por la calle
Iguá.
Como conclusión los investigadores aseguran que lo que se
necesita es una revisión total del sistema educativo, desde la asignación de
centros hasta de docentes.
Incluso, desde el Frente Amplio algunos dirigentes hacen
autocrítica sobre cómo a la izquierda le ha costado avanzar en ese asunto. El
exdirector nacional de Educación Juan Pedro Mir declaró en 2015 a Montevideo
Portal que “en 10 años” el Frente Amplio no ha “podido lograr una política
educativa inclusiva, que permita responder a un clima institucional básico en
cuestiones de pobreza”.
¿Qué hace Primaria?
J. MARRA
A lo largo de los años, las diversas administraciones han
reforzado los apoyos hacia esta población infantil que vive en condiciones de
vulnerabilidad. En este trajinar la escuela pública ha ido lentamente mutando
su paradigma sobre igualdad. Durante muchos años en sus aulas el hijo del
obrero recibió los mismos recursos e instrumentos que el hijo del abogado o del
doctor. Todos los niños eran iguales.
Pero el paso de los años y la fragmentación social han ido
desdibujando esa igualdad, dijo a El Observador la prosecretaria del Consejo de
Educación Inicial y Primaria (CEIP), Alicia Milán.
Como consecuencia la mayoría de las escuelas públicas han
dejado de ser espacios propicios para la socialización conjunta de niños de
diferentes orígenes sociales. Actualmente la localización geográfica del centro
educativo marca el tipo de población que acoge. Por eso, hoy ya casi no existe
ese banco compartido por el hijo del obrero y el hijo del doctor.
Se trata de un cambio de paradigma, del concepto de igualdad
se intenta pasar al de equidad. Ya no corre aquello de que todos los niños
necesitan lo mismo porque son iguales. Hoy se parte de la idea de que cada niño
es diferente, pero aun así a todos hay que darles las mismas oportunidades.
Para eso, a los que están en situación desventajosa hay que darle los apoyos y
refuerzos necesarios para que la diferencia no sea tal.
Cristina Lustemberg, subsecretaria del Ministerio de Salud
Pública (MSP), lo tiene claro. Recientemente en una entrevista concedida a El
Observador señaló que la “primera infancia tendría que ser la prioridad
política número uno” para asegurar la cohesión social.
Para ella, la infantilización de la pobreza es uno de los
grandes desafíos que tiene el país, ya que el 80% del cerebro de una persona
crece y se consolida en los dos primeros años de vida. “La inversión en
infancia aumentó 107% en los últimos años y a pesar de eso es un tercio de lo
que gastamos en adultos”, afirmó.
Escuelas reforzadas
Un ejemplo de las políticas que desarrolla el Estado en este
sentido son los diversos modelos de escuelas públicas que existen y cómo cada
una busca dar respuesta a las necesidades de su entorno. En los barrios de
contexto crítico la ANEP trabaja con dos modalidades de escuelas. Ellas son las
escuelas del programa Atención Prioritaria en Entornos con Dificultades
Estructurales Relativas (Aprender) y las escuelas de tiempo completo.
En esas alternativas la inversión anual por niño que realiza
la ANEP es mayor que en cualquier otro tipo de escuela. En 2016 la inversión en
las primeras ascendió a U$S 1.929 por alumno por año y en las segundas (ocho
aulas) a U$S 3.108, dijo a El Observador el consejero de Educación Inicial y
Primaria (CEIP), Héctor Florit. En las escuelas comunes la inversión anual por
alumno fue de U$S 1.828.
Aprender es un programa de inclusión educativa. Las escuelas
que forman parte de ese plan se localizan en zonas vulnerables. Son escuelas
comunes, con medio horario, pero tienen comedor para asegurar la alimentación
de sus alumnos. Milán explicó a El Observador que, a diferencia de las escuelas
comunes, estos centros trabajan con un proyecto educativo contextualizado con
financiación especial. Además, se les asigna figuras de apoyo, como un maestro
comunitario para que trabaje con la familia y un docente del programa Maestro
más maestro para ayudar a los niños con especiales dificultades.
Por su parte, las escuelas de tiempo completo tienen una
carga horaria de siete horas y media. Hoy existen 211 centros de ese tipo en
todo el país. En ellas los niños reciben tres comidas diarias. Milán señaló que
si bien fueron diseñadas para barrios de contexto crítico, la demanda ha
obligado a instalarlas también en otros barrios. El modelo está pensado para
mejorar la calidad de los aprendizajes, pero también para ayudar a los padres
en el cuidado de sus hijos. Además de los cursos curriculares, los niños tienen
inglés, deporte y talleres de arte, entre otras disciplinas.
Para los más
chiquitos
En la misma línea, el CEIP cuenta también con jardines de
tiempo completo que atienden a los niños de entre 3 y 5 años. La alta demanda
de inscripciones impide aceptar a todos y los cupos quedan chicos. Por eso, el
CEIP coordina acciones con el Plan CAIF. Si bien la universalización de la
atención de los niños de 3 años es uno de los objetivos del quinquenio que ha
asumido la ANEP, si en los jardines no hay lugar, al niño se lo deriva a un
centro CAIF. En este sentido, Milán dijo que la meta de Primaria es incorporar
en la actual administración a 8.000 niños de 3 años, para llegar a los 20 mil.
Al iniciar el período se atendían 10 mil y hoy ya son 14 mil.
El financiamiento de la atención a los niños de 3 años corre
por cuenta del Sistema Nacional de Cuidados y no de ANEP. Actualmente hay 53
jardines de tiempo completo. Para atender ese crecimiento, para 2020 se tiene
previsto inaugurar 26 centros nuevos.
También existen los jardines Aprender, que son de doble
horario. Tienen la particularidad que reciben a niños provenientes del primer y
segundo quintil de ingresos (40% más pobre de la población). Como las escuelas
Aprender, trabajan con un proyecto pedagógico contextualizado y con la figura
de maestros comunitarios.
Plan Caif
El Plan CAIF –una política intersectorial de alianza entre
el Estado y diversas organizaciones no gubernamentales– tiene como objetivo
atender a los niños de entre 0 y 3 años en situación de vulnerabilidad social.
Hoy atiende a 55.900 niños. De ellos, casi el 70% proviene de familias
pertenecientes al quintil de ingresos más bajos.
Jorge Ferrando, secretario ejecutivo de Primera Infancia del
Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU), dijo a El Observador
que uno de los objetivos del quinquenio es extender la cobertura entre los
niños de 1 año. De esta manera, CAIF pasaría a concentrar la atención de los
niños de entre 0 y 2 años y Primaria la de aquellos entre 3 y 5.
Los centros CAIF prestan un servicio de entre cuatro y ocho
horas. En ellos los niños reciben alimentación y las familias reciben apoyo en
lo que refiere a salud, crianza y educación. “Es una propuesta bastante
integrada, por eso nosotros decimos que no es solamente escolar”, señaló
Ferrando.
Aprendizaje falla
desde la escuela
El director del Centro de Economía, Sociedad y Empresa del
Instituto de Estudios Empresariales de Montevideo (IEEM), Ignacio Munyo, es
otra de las voces críticas sobre los resultados que tienen las políticas
educativas. El economista, que tiene varias investigaciones sobre educación y
pobreza, dijo a El Observador que la mala calidad de la enseñanza en Primaria
queda evidenciada en los resultados que se obtienen en Secundaria en las
pruebas PISA.
“Cuando tenés una auditoría externa y allí se observa que a
los 15 años la mitad de los estudiantes se encuentran en un nivel de
analfabetismo funcional, porque saben leer y escribir, pero no saben resolver
una tarea compleja que implique tomar alguna decisión, uno se pregunta si la
red de escuelas públicas está tan bien”, dijo. “Antes de los 15 años pasaron
por las escuelas. Las pruebas PISA no son sobre lo que están aprendiendo en el
liceo; es una prueba de razonamiento y de acumulación total de educación desde
que nacieron”, agregó. TOMADO DE EL OBSERVADOR DE UY
No hay comentarios:
Publicar un comentario