Esta semana, Chile recibió la mayor donación de tierras
privadas ocurrida en el planeta: 400 mil hectáreas para una reserva natural. El
conservacionista, que murió en 2015, ya había cedido terrenos para tres parques
nacionales en Argentina. Su intervención en los esteros del Iberá.
Aun después de muerto, Douglas Tompkins
sigue
dándose el gusto de hacer que presidentes y grandes empresarios cumplan con sus
deseos.
El millonario estadounidense creador de las marcas de ropa
North Face y Sprit, muerto a fines de 2015 en un accidente de kayak en un lago
chileno, está consiguiendo que las máximas autoridades de Argentina y de Chile
hagan lo que él quería que hicieran desde que puso un pie en esta parte del
mundo.
El gringo misterioso
Esta semana, la presidenta chilena Michelle Bachelet recibió
oficialmente en nombre del estado chileno nada menos que 400 mil hectáreas de
bosque que Tompkins y su esposa, la también exempresaria Kristine McDivitt,
habían comprado en las últimas décadas.
Esta sería la mayor donación de tierras privadas para crear
parques naturales que se haya hecho recientemente en el planeta.
Más de la mitad de esas tierras corresponden al Parque
Pumalín, una reserva privada creada por Tompkins en el sur chileno, a la altura
de la provincia argentina de Chubut, que en su momento generó un escándalo.
El día que los chilenos se despertaron con la noticia de que
un gringo desconocido con aires conservacionistas les había dividido el país en
dos pedazos, con una propiedad privada que iba desde la cordillera de los Andes
hasta el mar, ardió Troya.
Ayudado por su carácter difícil y por su falta de tacto y de
relaciones políticas, Tompkins se convirtió en un monstruo que los políticos
chilenos mencionaban cuando buscaban sinónimos para las palabras demonio,
enemigo extranjero, malparido y sutilezas por el estilo.
La bronca se transformó en miedo cuando chilenos y
argentinos comenzaron a enterarse de que Tompkins y su compañera ya habían
comprado más de una docena de grandes propiedades a ambos
lados de la cordillera.
lados de la cordillera.
Fue el momento en que surgieron las versiones sobre que el
millonario era, en realidad, una especie de testaferro de la CIA que venía a
comprar propiedades cercanas a fuentes de agua potable, ya que las grandes
potencias se anticipaban a las futuras guerras por el líquido que se desatarían
en el planeta.
Este diario fue de los primeros medios que entrevistó a la
pareja y contó quiénes eran en realidad: los exmillonarios defendían la
resalvajización del planeta. Eran seguidores de la deep ecology , una filosofía
acunada por el pensador noruego Arne Naess, que apunta a disminuir la presencia
humana en el mundo.
Su objetivo era sustituir la concepción antropocéntrica, que
pone al hombre en el centro de todo, por otra mirada biologista, que lo pusiera
en igualdad de condiciones con el resto de las especies animales y vegetales.
Esto iba acompañado, en el caso de Tompkins, de una fuerte tecnofobia, que lo
llevaba a no querer utilizar implementos tecnológicos, pese a que todos sus
viajes los seguía haciendo en avión.
Además, Tompkins y su pareja eran miembros de las
asociaciones estadounidenses land trust , una especie de club de millonarios
que compran tierras en diferentes lugares del mundo con fines proteccionistas.
En el mismo Estados Unidos, Tompkins era visto como un extremista.
Algunas de sus frases ayudaban a fortalecer esa mirada: “El
siglo 21 ya está perdido”, decía, siempre acompañado por un grupo de
conservacionistas que consideraban a la humanidad como un cáncer para el
planeta y que llegaron a publicar páginas enteras en The New York Times para
abogar por sus puntos de vista.
El turno de Mauricio
La decisión de Bachelet de llevar adelante el parque
nacional que siempre soñó el millonario convertirá a Chile en un país ejemplar:
tendrá el 20 por ciento de su territorio bajo diferentes categorías de áreas
naturales protegidas, gracias a la red de 17 parques unidos por un mismo
corredor que esta donación le ayudará a crear.
Este año, se cree, será el turno de Argentina para seguir
cumpliendo los proyectos del millonario. Tompkins y McDivitt ya donaron un
parque nacional entero a nuestro país: el Parque Nacional Monte León, en el sur
de la provincia de Santa Cruz, el primer parque nacional marítimo en Argentina.
También donaron unas miles de hectáreas para integrarlas al
parque Perito Moreno, en el norte cordillerano de la misma provincia.
Mientras tanto, seguían comprando estancias patagónicas con
paisajes maravillosos y militaron activamente contra la construcción de diques y
usinas hidroeléctricas en territorio patagónico. Luego, ambos se enamoraron del
que fue el último gran proyecto de Tompkins: los esteros del Iberá.
Allí adquirieron una propiedad gigantesca y comenzaron a
trabajar para recuperar especies en riesgo de desaparición, como el yaguareté.
En el lugar, armaron su casa para escapar de los inviernos boreales.
El año pasado, el gobierno de Macri, que tiene en sus
oficinas de áreas naturales a funcionarios que fueron defensores de la tarea
que hacía Tompkins, anunció la creación del Parque Nacional Esteros del Iberá:
usará las tierras de Tompkins, más una reserva provincial y otras tierras
fiscales para crear el parque más grande de la Argentina.
“El presidente argentino tiene que estar muy celoso de
esto”, dijo en tono de broma, en el acto de esta semana con la presidente
chilena, el empresario estadounidense Yvon Chouinard, quien acompañaba a
Tompkins en la excursión en kayak que acabó con la vida del millonario y que
hoy es su digno reemplazante en la pelea a favor de la ecología profunda para
construir un mundo más verde y con menos seres humanos.
(Ver ubicación en el gráfico del archivo adjunto)
El gran activista
Obsesión ecologista. El magnate buscó sumar a sus colegas
multimillonarios. Durante los últimos años de su vida, Douglas Tompkins no sólo
se esforzó por ampliar su red de propiedades protegidas. También se dedicó de
manera decidida a dos formas de activismo ecologista.
Por un lado, cuando comenzó a percibir una mejora en la
consideración hacia él por parte de autoridades y organizaciones, se atrevió a
dar un paso más y empezó a militar de modo más franco contra la construcción de
represas hidroeléctricas y emprendimientos como la cría de salmones.
En ambos casos, eran proyectos que iban contra su mirada filosófica
ecocentrista: demasiados humanos interfiriendo con el curso de la naturaleza,
siempre vista de un modo conservador. Por otro lado, a los 72 años, acentuó
esfuerzos por sumar a la lucha a otros millonarios que también quisieran salir
a poner el pecho a favor de las selvas y los bosques, y en contra de esas
criaturas invasivas y depredadoras llamadas “seres humanos”. ENVIADO POR PETER HEALY
No hay comentarios:
Publicar un comentario