El desafío del
embarazo adolescente
Una de cada cinco mujeres ya tiene un hijo a los 18 años y
la cifra aumenta a una de cada tres mujeres en las regiones más pobres del
mundo. Ser pobre, vivir en una población rural y tener menor nivel educativo
son factores que inciden en el embarazo de las adolescentes en la mayoría de
los países, en tanto el 95% de esos nacimientos ocurre en los países en
desarrollo.
Uruguay no escapa de este problema y, de acuerdo con los
datos oficiales, el 16,4 % de los nacimientos provienen de madres con edades
entre 10 y 19 años. Este indicador se mantiene desde 1996-. La información más
reciente indica que en 2016, en nuestro país, nacieron 6.575 hijos de madres de
entre 15 y 19 años. La cifra marca un descenso en los embarazos adolescentes,
ya que era de 7.371 en 2015 y 7.779 en 2014.
La subsecretaria de Salud Pública, Cristina Lustemberg,
vinculó el descenso general de la natalidad registrado en 2016 --hubo 1.877
nacimientos menos-- con la disminución de embarazos adolescentes.
Las cifras antes indicadas dan cuenta de que se redujeron en
casi 800 los embarazos de niñas y adolescentes entre 2015 y 2016. “No es un
dato menor; Uruguay tiene cifras muy altas de embarazo en estas edades y se
está trabajando en políticas públicas para disminuir el embarazo adolescente”,
dijo.
También sigue siendo preocupante la situación de niñas de
entre 10 y 14 años víctimas de lo que se considera una maternidad infantil
forzada, en la mayoría de los casos producto de abuso o explotación sexual. En
este sentido, tampoco es un dato menor, en el contexto de la baja natalidad de
la población uruguaya, que en 2014 hayan nacido 169 bebés, hijos de niñas y adolescentes
menores de 15 años. En 2016, fueron 123 niñas menores de 14 años las que
tuvieron hijos y en 2015, hubo 122 nacimientos de madres de esas edades.
Los embarazos precoces son, en muchos casos, el resultado de
una combinación de normas sociales, tradiciones y limitaciones económicas. En
nuestro país, los análisis de embarazo adolescente revelan la desigualdad, ya
que los casos se concentran en lugares en condiciones de mayor vulnerabilidad
social y económica.
En este sentido, estudios divulgados por el MSP indican que
el 23% de las adolescentes que viven en hogares con dos o más necesidades
básicas insatisfechas ya pasaron por el proceso de la maternidad, mientras que
la cifra se reduce a 2% en los hogares con necesidades básicas satisfechas.
Desde 1996, el promedio de nacimientos provenientes de niñas
y adolescentes es de 16,4% con respecto al total anual, tendencia que se
mantiene sin cambios hace veinte años.
A su vez, el 95% de las madres adolescentes uruguayas no
estudia, mientras que, de las adolescentes que no tienen hijos, solo un 17%
dejó los estudios. Además, entre las madres adolescentes, el 80% no tiene
empleo ni lo está buscando.
Los factores culturales también inciden y, en este sentido,
se ha demostrado que algunas jóvenes consideran el embarazo adolescente como
algo hereditario, porque sus madres y sus abuelas también se iniciaron en la
maternidad a los 13 o 14 años. Además, es común que, en los estratos
socioeconómicos bajos, la maternidad se valore como reconocimiento social y se
vea como el ideal de consagración de la mujer, en un abanico de posibilidades
muy estrechas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) muestra que los
efectos adversos de la maternidad adolescente también se extienden a la salud
de sus infantes, ya que las muertes perinatales son 50% más altas entre los
bebés nacidos de madres de menos de 20 años que entre aquellos nacidos de
madres con entre 20 y 29 años.
En general, las adolescentes que se embarazan suelen tener
menos chances que las adultas de acceder a cuidados calificados prenatales, del
parto y de posparto, en tanto las complicaciones en el embarazo y en el parto
son causas de muerte para estas jóvenes. Asimismo, los recién nacidos de madres
adolescentes tienen mayor probabilidad de tener bajo peso al nacer y mayores
riesgos a largo plazo.
La OMS ha resaltado que existe clara evidencia científica de
que la inversión en métodos anticonceptivos ahorra vidas, contribuye con la
igualdad de género y estimula el desarrollo económico. En este sentido, el
organismo internacional entiende que si todas las mujeres que desean evitar un
embarazo usan anticonceptivos modernos y todas las mujeres embarazadas y los
recién nacidos son atendidos adecuadamente, los embarazos no deseados se
reducirían en un 70%, los abortos en un 67% y la mortalidad materna en un 67%.
También es determinante que la mujer pueda decidir sobre
cuándo y cuántas veces quedar embarazada. Por todo esto, proporcionar
información objetiva e integral acerca de los métodos anticonceptivos y su uso,
tener la posibilidad de continuar o empezar estudios en el transcurso de un
embarazo y contar con información sobre los riesgos de un aborto inseguro, se
vuelven aspectos fundamentales para estas adolescentes. En los países donde el
aborto es legal, como Uruguay, las adolescentes tienen el derecho de recibir
información sobre dónde y cómo obtener esos servicios, de forma de tener
insumos para tomar decisiones informadas, ya que está comprobado que las
adolescentes tienen menos posibilidades que las mujeres adultas de acceder a
abortos legales y seguros.
La experiencia internacional indica que las iniciativas para
reducir esos embarazos son variadas y comprenden desde la educación sexual
hasta el desarrollo de habilidades para la vida y el mundo del trabajo, y apoyo
social. Como en otros asuntos de salud pública, la información y la educación
resultan fundamentales para la prevención, tanto para las adolescentes que aún
no son madres como para quienes ya tienen un hijo, pero pueden no querer un
segundo embarazo.
En momentos en que el Ministerio de Salud Pública trabaja en
los preparativos de un plan intersectorial de prevención de embarazo
adolescente, que contará con apoyo del sector educativo, estos temas necesitan
ponerse en la agenda pública teniendo en cuenta que no se trata solo de un tema
de indicadores, sino que se relaciona directamente con la calidad de vida de la
población joven, en un país envejecido. TOMADO DE EL TELEGRAFO DE UY
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