viernes, 26 de mayo de 2017

LA CRECENTE EN CORRIENTES ARGENTINA ES MAS BRAVA QUE LA DE 1998

 EPIFANIO BARRIOS, EL PADRE DE SAN LUIS DEL PALMAR
“Esta creciente es peor que la del 98: ya pasó un mes y aún no se sabe todo lo que se perdió”
FOTO: NICOLAS ALONSO
El sacerdote no sólo integra el Comité de Emergencia, sino que lidera los operativos. No es la primera vez. Una situación similar ya la vivió hace casi dos décadas en Santa Ana. Para evitar las inundaciones, opinó, además de obras es trascendental cuidar el ecosistema.
La iglesia de San Luis del Palmar sigue con sus puertas cerradas porque alberga las donaciones que llegan desde diferentes lugares de la provincia y del país para asistir a numerosos pobladores que están afectados por una emergencia hídrica que comenzó hace exactamente 31 días. Desde allí, el Comité de Emergencias (COE) diseña y ejecuta los operativos. Y aunque son muchos los voluntarios, uno de los principales protagonistas es el cura párroco Epifanio Barrios, quien hace varias semanas atraviesa rutas y campos inundados para asistir a los que más necesitan.
Su participación en estos tiempos difíciles, aunque no lo admita, es trascendental. Es que puede plantear pedidos ante cualquier funcionario o dirigente, sin que le puedan recriminar que se trata de una cuestión partidaria. Y aunque sabe que no es necesario aclararlo, en diálogo con El Litoral aseveró: “Sólo soy un cura; si no tengo a la Iglesia que me respalde, me corrija y me acompañe, no soy nada”.
Por eso, en este último mes, cuando el agua le llegó al cuello, “el agua emocional, las preocupaciones, los dolores. Todo aquello ante lo cual te quedás inmóvil sin saber hacia dónde ir. Llamé por teléfono a otros hermanos curas para que me aconsejen. Inclusive al Arzobispo que ya me atendió cuatro veces”, contó. Su refugio –remarcó- siempre fue la iglesia porque “desde muy chiquito sentí la vocación hacia el ministerio sacerdotal. Al seminario ingresé a los 12 años y toda mi vida fue esto. Es como que Dios me preparó para este acontecimiento”, reflexionó Epifanio Barrios, quien en 1998 ejercía su ministerio en Santa Ana y en esos momentos una creciente similar derivó en una emergencia hídrica que afectó a varias poblaciones correntinas.
En aquella oportunidad tampoco dudó en ser parte de quienes se ocuparon de brindar asistencia. “Pero creo que la de ahora es peor que la creciente del 98 porque ya pasó un mes y aún no se sabe todo lo que se perdió. Mientras que la vez anterior, a los 10 o 15 días la gente ya estaba nuevamente en sus casas. Por supuesto que también fue difícil, pero al menos sabían lo que perdieron y en base a eso volvieron a empezar”, diferenció.
No se trata de una simple conclusión. Es la expresión de quien hace casi dos décadas no sólo participó de los operativos de asistencia, sino que también observó cómo el agua se llevó el esfuerzo de numerosas familias, vio sus lágrimas, escuchó sus penas y hasta acompañó esos silencios que valían más que mil palabras.
 Aplausos y cánticos
Pero, de acuerdo a su experiencia personal, además de que ahora la emergencia persiste hace más de un mes, es diferente a la del 98 porque “aquella vez en Santa Ana la jurisdicción era más chica y con un unimog y dos vehículos particulares ya podíamos asistir a todos los afectados”. Mientras que en San Luis, además de la atención de los damnificados en el área urbana, “hay que ir a la zona rural, la que no sólo es más amplia sino que inclusive se torna complicado llegar a muchos de los parajes. Por ejemplo el sábado fuimos con Prefectura e ingresamos con embarcaciones a las 9 y logramos salir recién el día siguiente en horas de la siesta”, señaló el sacerdote, quien añadió que el retraso respondió a que los canales estaban en gran parte invadidos por camalotes. “Si estuvieran limpios, el agua escurriría más rápido y la gente podría salir de esos lugares”,  consideró.
Y son esas obras que no se hicieron por las que la gente expresa su malestar, tanto en el campo como en la ciudad. Enojo que en los primeros días fue más notorio. “Había quienes estaban enojados hasta con la misma Iglesia porque decían que no los ayudábamos, pero en realidad no llegábamos a asistir a todos. Ahora, ya todos están más calmados. Y la verdad es que hay mucha gente trabajando. Es más, ese mismo día que se complicó todo,  hasta con vehículos particulares iban a ayudar a evacuar”, comentó Barrios. Al mismo tiempo recordó lo sucedido días atrás en la capilla San Cayetano, cuando vecinos  autoevacuados del barrio homónimo participaban de una reunión con un ministro. “Parecía que no se iban a entender y cuando vi que la reunión se estaba poniendo fea, hice entrar la imagen de la Virgen peregrina. La gente comenzó a aplaudir y cantar. Por un momento salió de su problema, se fueron calmando y después lograron seguir bien con la reunión. A tal punto que de las tres comisiones que había, lograron conformar una sola. Y el lunes cuando fui a celebrar la misa, ya me dieron una lista con las cosas que necesitaban”, relató el padre. Al mismo tiempo remarcó que “este es un pueblo que tal vez nos peleamos todo un rato, pero cuando nos necesitamos nos vamos a dar la mano, eso seguro. Eso yo lo vi”.
Obras y compromiso Todo lo vivido hasta ahora, para el padre Epifanio Barrios no sólo se trata de que hay obras que debían hacerse y no se hicieron. También dejó en evidencia los efectos del daño que los seres humanos ocasionan al ecosistema. “Esto debe hacer reflexionar tanto a los que tienen poder adquisitivo como a la gente humilde. Todos tenemos que pensar en esto, porque cuando llega la inundación, se termina el poder adquisitivo. Debemos darnos cuenta de que estamos en un mundo que ya está muy dañado. Si por ejemplo, quiero tener un parque, tengo que pensar en qué influye eso para que después no corra el agua. En especial, quienes tienen recursos realizan obras sin pensar en las consecuencias para los demás. Pero me parece que no es por maldad sino por falta de reflexión. Creo que todos, cuando hacemos algo, debemos pensar también en quienes nos rodean”, reflexionó.
Es una buena oportunidad, insistió, para pensar en cómo podemos contribuir en el cuidado del ecosistema y mitigar así el impacto de esos daños que generan inundaciones y otras catástrofes. También recordó la importancia de no perder la fe en estas circunstancias y por eso, “si las cosas no se complican mucho, queremos hacer la peregrinación a Itatí”, afirmó ante la consulta de El Litoral (Ver recuadro).
 Resignación

Más allá de los reclamos y del dolor por las pérdidas, el sacerdote consideró que la gente del campo –en especial los más ancianos- indefectiblemente regresarán a sus hogares. “Ahora, cuando pase toda el agua, van a volver a empezar con la esperanza de que no vuelva a pasar”, concluyó el padre Epifanio Barrios, el mismo que acompaña a los feligreses cuando tienen motivos para celebrar un bautismo, una confirmación o una unión matrimonial. POR (Cynthia Casco) – TOMADO DE EL LITORAL DE CTES AR 

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