Cochabamba
Un grupo de flamencos alza vuelo en la laguna Alalay. La
escena se capturó antes de la crisis de 2016, cuando llegaban varias especies.
| Carlos López
La laguna Alalay no sólo es importante por lo que hace por
el medio ambiente, sino también por lo que representa para la gente de la
ciudad de Cochabamba, según lo reafirma una síntesis de los 20 años de trabajo
de instituciones y académicos para proteger este humedal, que elaboró la
investigadora de la Unidad de Limnología y Recursos Acuáticos (ULRA) de la
Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Francisca Acosta.
“La laguna Alalay es uno de los últimos relictos que quedan
en este valle, que otorga importantes servicios ambientales a la población de
Cochabamba”, explicó la directora del ULRA, Dylian Castellón, al presentar la
publicación de Francisca Acosta: “La laguna Alalay. Ecología, síntesis y cambios
de los aspectos de restauración”.
El humedal, a pesar de su contaminación y sus constantes
crisis, evoca a la antigua tierra de los lagos. De hecho, Cochabamba debe su
nombre al vocablo quechua “khochapampa”, que significa “tierra de embalses o
lagunillas”.
Urbana
Al ser una laguna urbana —la última que queda cerca del
centro—, está “eutrofizada y con alto impacto antrópico”, es decir, con alta
cantidad de nutrientes por las actividades humanas que se desarrollan en el
área de influencia.
Las actividades humanas se intensificaron en la década de
los 80 por los asentamientos en los alrededores y provocaron un mayor deterioro
del humedal por el ingreso de aguas domiciliarias e industriales como las
lavanderías de jeans.
Entonces, se registró una crisis similar a la de 2016,
porque “los peces ya habían desaparecido a mediados de 1980 tras una mortandad
masiva”, apunta la investigación.
En tanto que, en los 90, debido a la degradación, se realizó
el primer dragado. La intervención de 1997 fue la más importante para reducir
la presencia de nutrientes.
La investigación determina que la laguna ha atravesado por
cuatro ciclos o estados desde 1998 hasta 2016.
El primer periodo, de 1998 a 2004, se caracterizó por una
laguna de aguas turbias. El segundo, de 2004 a 2007, de gran desarrollo de
plantas flotantes o “repollitos de agua”.
Un tercero abarca de 2010 a 2011 y 2013 a 2015, que se
define como una etapa de aguas claras y buenas condiciones. La cuarta fase es
un estado de cianobacterias, que empezó en 2016, con la mortandad de peces.
(Ver infografía).
Las acciones humanas en el entorno han provocado “problemas
sanitarios, estéticos y ecológicos, por lo que su conservación, manejo y
restauración merece especial atención en lo científico, técnico y de gestión”.
La Alcaldía trabaja en un plan integral, pero no hará el dragado.
UNA ANTIGUA TIERRA DE LAGUNILLAS
La investigación de Francisca Acosta recuerda que Cochabamba
debe su nombre al vocablo quechua “khochapampa”, que significa “tierra de
estanques, embalses o lagunillas”.
La condición acuífera del valle de Cochabamba determinó el
asentamiento y crecimiento de la población humana, explica la investigadora. El
proceso de desarrollo urbano se intensificó en el siglo XX y varias lagunas
fueron drenadas como consecuencia de la demanda de tierra para las
construcciones.
UNA PUBLICACIÓN SOBRE 20 AÑOS
La Unidad de Limnología y Recursos Acuáticos, dependiente de
la facultad de Ciencias y Tecnología de la UMSS, presentó la publicación “La
laguna Alalay. Ecología, síntesis de los cambios y aspectos de restauración”.
El propósito es compartir la información acumulada por más de dos décadas a
través de estudios del ULRA junto con el Centro de Aguas y Saneamiento
Ambiental en colaboración de otros centros. La población podrá conocer más de
la investigación y gestión en la laguna.
CRISIS DE 2016 MARCÓ BROTE DE CIANOBACTERIAS
REDACCIÓN CENTRAL
La mortandad de peces en la laguna Alalay, en marzo de 2016,
marcó la aparición de las cianobacterias, capaces de producir cianotoxinas que
posiblemente provocaron la desaparición de las carpas y platinchos de este
humedal.
Los estudios del ULRA han determinado la existencia de
cianobacterias. “Pero aún no existen los reactivos para hacer un análisis
exacto, no sabemos qué tipo de cianotoxinas hay y su peligrosidad”, expuso la
directora del ULRA, Dylian Castellón.
“Si no sabemos qué tipo son, no podemos decir cuán
peligrosas son. Las cianobacterias son peligrosas, porque tienen la capacidad
de producir cianotoxinas; pero, en este caso, la laguna Alalay no sirve para
bañarse, no se realizan actividades directas”, añadió.
El denominado estado de cianobacterias, con un franco
dominio del género Arthrospira, “generó un ambiente con baja penetración de luz
(transparencia), condiciones de anoxia (falta de oxígeno) y potencial
liberación de toxinas”, expone la investigadora del ULRA Francisca Acosta en la
publicación que condensa 20 años de investigación.
Los factores que precedieron el brote de las cianobacterias,
como los incendios en la laguna, aumentaron su vulnerabilidad. “Se conoce que
factores como el fuego pueden causar disturbios en los humedales, provocando un
aumento de la erosión del suelo, de la salinización, de la eutrofización, y un
mayor riesgo de algas tóxicas”, describió Acosta en su publicación.
Otros estudios han advertido que las cianobacterias son
nocivas para el ecosistema. Sin embargo, aún se necesitan estudios más
concluyentes.
El brote de 2016 cambió el estado de la laguna de aguas
claras dominado por plantas sumergidas a uno de cianobacterias, caracterizado
por menos transparencia.
TOMADO DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA
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