¿Qué países están
logrando los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU con más rapidez?
POR Andrea Willige Más en la AgendaFurther reading arrow
La reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto
invernadero es fundamental para manejar los riesgos del cambio climático en
todos los rincones del mundo. Sin embargo, incluso si podemos limitar el
calentamiento global a 2 °C, el clima seguirá cambiando, afectando tanto a las
empresas como a las comunidades de América Latina.
A menudo, la meta de 2 °C para el calentamiento global no se
comprende correctamente. Hay una tendencia a pensar que es un límite científico
que delimita perfectamente los niveles "seguros" y
"peligrosos" del cambio climático. Pero no es así.
En cambio, es una línea trazada por los políticos en 2010 en
un intento pragmático de lograr un equilibrio que evite los cambios climáticos
más graves asociados con mayores niveles de calentamiento, mientras se reconoce
que mantener el calentamiento global en menos de 2 °C sería
políticamente casi imposible.
políticamente casi imposible.
Pero, no nos confundamos, el calentamiento global de 2 °C
seguirá afectando seriamente a las empresas y comunidades. Algunos científicos,
en especial James Hansen de la NASA, advierten que incluso 2 °C de
calentamiento sería desastroso, creando "repercusiones" que encierren
niveles mucho más altos de calentamiento.
Varios de los países más vulnerables del mundo destacaron
este punto en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático celebrada en
París en diciembre de 2015. Como resultado, el Acuerdo de París incluyó la meta
mucho más ambiciosa de limitar el calentamiento a "muy por debajo de 2
°C", con un objetivo de 1,5 °C.
¿Cómo se comparan los
impactos de 1,5 ºC con el 2 ºC de calentamiento?
El problema es que el mundo ya se ha calentado 1,1 °C por
sobre los niveles previos a la industrialización. Y, un Análisis Medioambiental
de la ONU muestra que, incluso si todos los países cumplen con el compromiso
que han asumido de reducir las emisiones como parte del Acuerdo de París, el
mundo seguirá calentándose en algún lugar entre 3 °C y 3, 2 °C.
La buena noticia es que hay grandes oportunidades para
inversiones con bajo consumo de carbono que crean resiliencia y reducen las
emisiones. La Corporación Financiera Internacional estima que este mercado en
América Latina tendrá un valor de más de 600 000 millones de dólares durante
los próximos 14 años.
Lo que demuestra que el cambio a una economía limpia está
alineado con la creación de una economía segura y brillante que permitirá a los
gobiernos aumentar su ambición y establecer objetivos climáticos futuros que se
acerquen al objetivo de 2 °C o menos.
Si bien necesitamos acelerar rápidamente los esfuerzos para
reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también debemos pensar seriamente
en mejorar nuestra resiliencia climática. Son dos caras de la misma moneda.
Independientemente de las alianzas políticas, u opiniones
sobre qué causa el cambio climático, la mayoría de las personas acuerda en que
está sucediendo. Prepararse para su impacto en las comunidades y las empresas
debe ser una parte central del plan económico de todos los países.
¿Qué capacidad de resiliencia
climática tiene América Latina?
La resiliencia climática es sumamente difícil de medir de
manera consistente. Un método, usado por la Universidad de Notre Dame, mide la
vulnerabilidad de los países al cambio climático y sus niveles de preparación.
Utiliza 45 indicadores diferentes para medir la vulnerabilidad en categorías
tales como sistemas alimentarios, disponibilidad de agua, infraestructura y
salud, además de su economía, gobernabilidad y preparación social. En conjunto,
dan una indicación de la resiliencia climática general de los países.
Así se comparan los países de América Latina:
¿Cómo se puede mejorar la resiliencia
climática?
Todos los legisladores y los líderes empresariales tienen la
responsabilidad de tomar con seriedad la resiliencia climática, y sus votantes
y accionistas deben obligarlos a cumplir con esta responsabilidad.
La primera prioridad es aumentar la comprensión de la
variedad de cambios que se esperan en un país o región, y hacer una referencia
cruzada con sus industrias, asentamientos humanos e infraestructuras. En muchos
países, el cambio climático es un "desconocido conocido", es decir,
los tomadores de decisiones saben que está sucediendo, pero no saben con
exactitud la rapidez o la gravedad de los cambios. Es por esto que los
científicos especialistas en clima hablan de "caminos",
"escenarios", "rangos" y "probabilidades". Las
variables son complejas e influenciadas por factores locales y regionales. Esto
hace que la investigación local sea fundamental.
Si bien las prioridades específicas para mejorar la
resiliencia climática serán diferentes en cada país, hay tres tipos de acciones
que ningún país puede obviar para mejorarla.
1. Incorporar la resiliencia climática en las normas de
infraestructuras
Gran parte de la infraestructura en el mundo se construye
con métodos que tienen varias décadas de antigüedad. Esto necesita una
actualización.
Considere la cantidad de infraestructura que se prevé
construir en América Latina en los próximos cuatro años. La Comisión Económica
para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas recomendó que la región
invierta el 6,2 % de su PIB en infraestructura, alrededor de 320 mil millones
de dólares, por año hasta 2020. Si no está diseñado y construido para resistir
el cambio climático, es muy probable que deba volver a construirse, desviando
fondos de otras prioridades de desarrollo como la salud y la educación.
En los casos en que el costo inicial adicional sea demasiado
alto para construir la infraestructura con mejores estándares desde un
principio, la resiliencia climática todavía puede incorporarse en las
especificaciones de diseño. Un diseño inteligente podría permitir métodos
modulares o de construcción escalonada que mantenga bajos los costos iniciales,
pero que permita que se apuntale o agrande a medida que las condiciones cambian
a lo largo de la vida útil de la infraestructura.
2. Reducir las vulnerabilidades estructurales
En 2016, la agencia calificadora de riesgos Moody's emitió
una guía sobre cómo el cambio climático podría afectar la capacidad de los
estados de pagar sus deudas, diciendo que "mientras que todos los países
experimentarán en cierto grado los efectos físicos del cambio climático, los
más grandes, con economías y geografías más diversas serán menos
vulnerables".
La diversificación debe ser una prioridad para los países
cuyos ingresos provienen de un sector fuertemente expuesto al cambio climático
(por ejemplo, la agricultura), o que dependen de una sola infraestructura
principal de transporte (por ejemplo, puertos/líneas ferroviarias) o que tienen
grandes poblaciones en lugares expuestos al clima.
En algunos casos, la solución es duplicar la construcción,
por ejemplo, cadenas de suministro alternativas, capacidad secundaria y planes
de respaldo en caso de que se interrumpa la energía, el agua o la
infraestructura de transporte. Puesto que muchas empresas también están
tratando de manejar las vulnerabilidades en sus cadenas de suministro
mundiales, puede haber oportunidades para que inviertan en conjunto con los
gobiernos para mejorar la resiliencia climática en lugares críticos.
3. Explorar modelos de financiación innovadores
Financiar los costos iniciales adicionales de una
infraestructura más resiliente es un reto, pero nuevos modelos de financiación
"mixta" podrían ayudar. Por ejemplo, los bancos multilaterales de
desarrollo (BMD) están explorando el intercambio de préstamos para poder aumentar
las inversiones en su región en particular sin aumentar el perfil de riesgo
general de su cartera de préstamos. Con el marco adecuado, las aseguradoras
también pueden ser capaces de ofrecer reducciones de primas para la
infraestructura con resiliencia climática. Los ahorros podrían utilizarse para
pagar los préstamos de un BMD que financiara los costos iniciales adicionales.
Los cambios climáticos podrían repercutir en los planes de
desarrollo sostenible y en la calidad de vida de las personas de diversas
formas, desde la seguridad alimentaria y energética, el saneamiento y la salud,
hasta las condiciones y disponibilidad de empleo, la movilidad y los valores de
las propiedades. Mejorar la resiliencia puede ayudar a reducir estos impactos.
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