jueves, 4 de mayo de 2017

EMPLEO VERDE, UN DESAFÍO SOCIAL Y TAMBIÉN PERSONAL

 EMPLEO VERDE, UN DESAFÍO SOCIAL Y TAMBIÉN PERSONAL
 POR Silvia Stang
¿Qué pasa a nuestro alrededor como consecuencia de las tareas que hacemos en el trabajo cotidiano? ¿Y qué pasa aún más lejos de lo que podemos observar? La mayor conciencia por el cuidado del ambiente que se despertó en los últimos tiempos en algunos ámbitos, lleva a reflexionar sobre esas cuestiones, al tiempo que surgen iniciativas para la promoción de los llamados "empleos verdes".
En la sede principal de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), en Ginebra, se desarrolló días atrás un debate sobre "el futuro del trabajo que queremos". Tal fue el lema de la actividad, con el verbo conjugado en primera persona del plural, porque se puso énfasis en la necesidad de las intervenciones de los gobiernos y de las sociedades civiles para configurar cómo será de ahora en más el mundo laboral. Con los avances de la robotización en la mira, se hizo referencia a dos fenómenos que podrían ser fuente de empleos: el cambio demográfico (la expectativa de vivir más años traerá, se dice, la necesidad de personas que sepan y puedan estar al cuidado de los mayores) y el cambio climático. De este segundo hecho se desprende la necesidad de los empleos verdes.
¿Qué define que un puesto de trabajo sea considerado verde? Según el citado organismo internacional, se trata de empleos que "contribuyen a la conservación, restauración y mejora de la calidad del medio ambiente en cualquier sector económico". Y se agrega, con algo más de especificidad, que son los que tienden a elevar la eficiencia del consumo energético y del uso de las materias primas y del agua, logrando la reducción de la emisión de gases con efecto invernadero, restaurando ecosistemas y minimizando o incluso evitando la generación de residuos (haciendo que los "descartes" sean insumos propios o de otros ).
Se entiende que no sólo los nuevos emprendimientos de carácter sustentable tienden a estos objetivos, sino que también las empresas ya existentes cambian o deberán cambiar sus esquemas de producción para ir a la meta de una economía "de bajo carbono". Por eso, se dice que hoy estamos en una transición (que es dispar, claro está). Y desde los documentos de la OIT sobre el tema se hace un llamado a que esa transición sea "justa". Tras esa expresión hay un reconocimiento de que, si bien una economía responsable con el ambiente abre oportunidades de empleo, también se sufrirá una pérdida de puestos en muchas industrias, algo que se verá potenciado por la automatización de tareas. Se requiere entonces de la planificación de políticas de mitigación de los posibles daños sociales.

Mientras tanto, la responsabilidad personal tiene su propio espacio en el camino de generar las urgentes mejoras en la calidad del aire que respiramos. Viajar hacia el lugar de trabajo priorizando el objetivo de minimizar la emisión de gases, hacer un uso responsable de las impresoras y disponer de los papeles y otros materiales reciclables en tachos que prevean su reutilización, y apagar luces, acondicionadores de aire y pantallas de computadoras cuando no se usan son prácticas simples y muy concretas en las que puede estar parte de ese impacto que generamos alrededor, y también más allá del alrededor. TOMADO DE LA NACION DE AR 

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