EMPLEO VERDE, UN
DESAFÍO SOCIAL Y TAMBIÉN PERSONAL
POR Silvia Stang
¿Qué pasa a nuestro alrededor como consecuencia de las
tareas que hacemos en el trabajo cotidiano? ¿Y qué pasa aún más lejos de lo que
podemos observar? La mayor conciencia por el cuidado del ambiente que se
despertó en los últimos tiempos en algunos ámbitos, lleva a reflexionar sobre
esas cuestiones, al tiempo que surgen iniciativas para la promoción de los
llamados "empleos verdes".
En la sede principal de la Organización Mundial del Trabajo
(OIT), en Ginebra, se desarrolló días atrás un debate sobre "el futuro del
trabajo que queremos". Tal fue el lema de la actividad, con el verbo
conjugado en primera persona del plural, porque se puso énfasis en la necesidad
de las intervenciones de los gobiernos y de las sociedades civiles para
configurar cómo será de ahora en más el mundo laboral. Con los avances de la
robotización en la mira, se hizo referencia a dos fenómenos que podrían ser
fuente de empleos: el cambio demográfico (la expectativa de vivir más años
traerá, se dice, la necesidad de personas que sepan y puedan estar al cuidado
de los mayores) y el cambio climático. De este segundo hecho se desprende la
necesidad de los empleos verdes.
¿Qué define que un
puesto de trabajo sea considerado verde? Según el citado organismo
internacional, se trata de empleos que "contribuyen a la conservación,
restauración y mejora de la calidad del medio ambiente en cualquier sector
económico". Y se agrega, con algo más de especificidad, que son los que
tienden a elevar la eficiencia del consumo energético y del uso de las materias
primas y del agua, logrando la reducción de la emisión de gases con efecto
invernadero, restaurando ecosistemas y minimizando o incluso evitando la
generación de residuos (haciendo que los "descartes" sean insumos
propios o de otros ).
Se entiende que no sólo los nuevos emprendimientos de
carácter sustentable tienden a estos objetivos, sino que también las empresas
ya existentes cambian o deberán cambiar sus esquemas de producción para ir a la
meta de una economía "de bajo carbono". Por eso, se dice que hoy
estamos en una transición (que es dispar, claro está). Y desde los documentos
de la OIT sobre el tema se hace un llamado a que esa transición sea
"justa". Tras esa expresión hay un reconocimiento de que, si bien una
economía responsable con el ambiente abre oportunidades de empleo, también se
sufrirá una pérdida de puestos en muchas industrias, algo que se verá
potenciado por la automatización de tareas. Se requiere entonces de la
planificación de políticas de mitigación de los posibles daños sociales.
Mientras tanto, la responsabilidad personal tiene su propio
espacio en el camino de generar las urgentes mejoras en la calidad del aire que
respiramos. Viajar hacia el lugar de trabajo priorizando el objetivo de
minimizar la emisión de gases, hacer un uso responsable de las impresoras y
disponer de los papeles y otros materiales reciclables en tachos que prevean su
reutilización, y apagar luces, acondicionadores de aire y pantallas de
computadoras cuando no se usan son prácticas simples y muy concretas en las que
puede estar parte de ese impacto que generamos alrededor, y también más allá
del alrededor. TOMADO DE LA NACION DE AR
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