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Saltamontes, moscas blancas y pulgones, son los tres tipos
de insectos con los que trabajan. | AGENCIAS ABC
Científicos del Instituto Max Plank de Biología Evolutiva en
Plön (Alemania) y de la Universidad de Montpellier (Francia) y abogados de la
Universidad de Friburgo (Alemania) publicaron en la revista Science un artículo
inquietante, en el que denuncian que un revolucionario programa de
investigación agrícola en EEUU puede ocultar en realidad un objetivo diferente
y mucho más letal.
El experimento, financiado por la Agencia de Proyectos de Investigación
Avanzados de Defensa (Darpa, por sus siglas en
inglés), del Departamento de Defensa de EEUU, emplea insectos para
dispersar virus infecciosos modificados genéticamente sobre cultivos con el
objetivo, aparentemente inocente, de reforzar su resistencia ante sequías,
enfermedades o herbicidas.
Sin embargo, según los autores del texto, la intención final
puede ser el desarrollo de una potente arma biológica. Si ese fuera el caso,
advierten, supondría una clara violación de los tratados internacionales que
prohíben este tipo de armamento.
El experimento de cuatro años, llamado “Insectos Aliados”,
comenzó en el verano de 2017. Su principal característica es que emplea una
técnica, la alteración genética ambiental horizontal (HEGAA), para introducir
cambios genéticos en cultivos, pero no en el laboratorio, sino cuando ya están
plantados. El virus modifica los cromosomas de las plantas, una alteración que
previsiblemente puede aumentar su resistencia ante diferentes desafíos
ambientales.
La diferencia es que en este caso los virus no son
dispersados a través de medios tradicionales, como equipos de fumigación, que
se monitorizan y controlan con mayor facilidad, sino que DARPA pidió
específicamente que se hiciera a través de insectos.
Es en este punto en el que los autores del artículo
encuentran motivos para la alarma. Para empezar, “controlar la propagación
espacial y taxonómica de los virus será complicado”, afirma Felix Beck, de la
Universidad de Friburgo. Los insectos son, como es lógico, completamente
impredecibles y los virus también pueden afectar a las semillas, no sólo a las
plantas en crecimiento. Además, a su juicio, recurrir a insectos no implica
“ningún beneficio”. Habría sido “perfectamente posible” el despliegue de
equipos de rociado agrícola. “La única justificación que se ha presentado en un
documento público es que la fumigación requeriría una infraestructura que no
está disponible para todos los agricultores, pero es difícil imaginar que en
EEUU no esté garantizado el acceso a estos equipos ante cualquier emergencia”,
explica Beck.
Daños devastadores
En su opinión, el enfoque de Darpa refleja la intención de
desarrollar una tecnología ofensiva. El equipo cree que sólo harían falta
sencillas modificaciones en el método para generar una nueva clase de armas
biológicas de acción rápida, armas que podrían destruir cualquier cultivo de un
enemigo sin grandes equipos y sin la necesidad de pulverizar el agente tóxico
directamente. Sólo hace falta que los insectos se posen en los campos. “Podría
usarse para causar daños a gran escala y potencialmente devastadores”, señala
Beck. Las plantas morirían o sus semillas quedarían esterilizadas.
Los autores desconocen si el programa tuvo algún tipo de
impacto en la bioseguridad y piden a DARPA una mayor transparencia en sus
planes. Desde su punto de vista, la investigación podría violar la Convención
sobre las Armas Biológicas, en la que participan más de 180 países. // TOMADO
DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA
1 comentario:
Y un enlace a la información original?
.
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