22 de ABRIL: DÍA DE LA TIERRA - TRISTE FESTEJO
47 años pasaron desde 1970, fecha
en que se proclamó el día, cuyo fin apuntaba a una relación más respetuosa y
menos agresiva con el entorno. Muchos años para la vida de un hombre, muy pocos
para la de la Tierra.
Eran
épocas de utopías y luchas por un mundo mejor, en que se decía no a la guerra y
las ideas libertarias florecían en el ocaso del hipismo.
El
ambientalismo, estaban en sus albores y eran actividades reservadas para unos
pocos entendidos o iniciados. No obstante algunos sectores sociales
minoritarios empezaban a intuir que algo no estaba funcionando del todo bien en
esa relación controversial entre Sociedad-Naturaleza.
Algunos indicios preocupantes sobre los
problemas que se avecinaban, se plasmarían en el libro “Los Límites del
crecimiento” de 1972, que anticipaban tendencias negativas sobre el futuro
inmediato y que habrían interrogantes sobre la viabilidad del crecimiento
permanente, anunciando una crisis de proporciones.
En él, se
planteaba que de seguir la política de acumulación de capital en pocas manos,
el desequilibrio entre la tasa de natalidad en aumento y la de mortalidad en
descenso, el consumo irracional de recursos y el despilfarro energético, el
colapso total, sería una hipótesis cierta y previsible, en un tiempo no tan
lejano.
Muchos de
esos pronósticos, hoy se confirman, a la luz de los descalabros sociales y
ambientales que en el mundo se producen, en la cual la desigualdad y el cambio
climático aportan su cuota al agravamiento del problema.
Casi 1/3
de la humanidad no tiene lo necesario para su subsistencia, el agua escasea o
está contaminada, las catástrofes y fenómenos extremos se han hecho
recurrentes, no obstante, un sector minoritario, menos de un 20 % privilegiado,
tiene todos los botes salvavidas y sigue bailando en la cubierta del Titanic,
la danza del despilfarro del patrimonio
común, en una fiesta interminable, que terminaremos pagando todos.
Todas
las exhortaciones y apelaciones a favor de un cambio de paradigma, que
posibilite seguir siendo vivos, equivalen a predicar en el desierto y la única
aspiración “trascendente” de muchos es el consumo ilimitado e irracional.
Disimulado por el maquillaje verde, con la complicidad de funcionarios y
ONGs, creadas por y para el mercado, las grandes multinacionales que conducen
este tsunami, hablan de responsabilidad social empresaria, consumo verde, autos
ecológicos, biocombustibles, desarrollo sustentable, revolución verde, etc.,
mientras llenan sus faltriqueras a costa del futuro común y las carencias de
millones.
Decía
Galeano “no todo es verde lo que se pinta de verde”.
Como
agujeros negros devoradores de energía y los ahorros de muchos, las catedrales
del mercado (shopping) y sus hijos bastardos, los casinos, florecen como hongos
después de la lluvia, para alegría de chicos y grandes, ofreciendo, a los
incautos que creen distenderse en esos lugares, hasta que les llega el resumen
de cuentas de sus tarjetas de créditos, iluminación, aire y seguridad
artificial, que terminan pagando con su libra de carne.
Los
funcionarios, por su parte celebran estos síntomas de “crecimiento” y
“desarrollo”, confundiendo gordura con hinchazón, mientras la violencia y la
miseria cotidiana, les estalla en la cara.
Los que teníamos confianza ciega en que a través de la
prédica, educación, y participación social se podía revertir la tendencia
suicida, que nos pone al borde de una catástrofe de proyecciones impredecibles
e imprevisibles, hoy no estamos tan seguros.
Por desgracia el paradigma consumista y el modelo
comunicacional de aturdimiento social globalizado, han calado hondo y es poco
probable que en lo inmediato viren hacia una relación más sana y armónica con
el ambiente.
La creencia en que la ciencia es infalible y que todo lo
remedia, alimentan el sueño del crecimiento sin límites, cuyas huellas casi
imposibles de borrar, están acortando inexorablemente la salvaguarda del
Planeta.
Mientras tanto millones de muertos, heridos, desplazados,
exilados, enfermos, olvidados, silenciados y marginados, son testigos que
integran la nómina de los que no tienen cabida en la “Gran Comilona” del poder
mundial.
Ellos sobran, son descartables, están de más, no han
alcanzado el mínimo indispensable para acceder a la categoría de consumidores y
por tanto no son considerados ni tenidos en cuenta por los parámetros de un
mundo pragmático, utilitarista y productivista.
Sin más, espero que
este 22 de Abril piense en nuestra Pachamama.
Ricardo Luis
Mascheroni - Docente
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