39 por ciento de la vida salvaje terrestre desapareció entre
1970 y 2010 dice la WWF
Entre 2000 y 5000 millones de personas cabrían en un planeta
que hoy alberga 7500 millones y corre hacia los 9000 a mediados de este siglo.
La Tierra en crisis. Sobrepoblación. Y ese número óptimo de
personas que podrían convivir en armonía con el planeta dependería de los
niveles de consumo que asuman las personas.
Hasta hoy, con el planeta más allá de ese límite, ha sido de
arrasamiento. Eso sugiere un informe de varios artículos presentados en Science
que analiza la situación actual de la relación de los humanos con su casa.
¿Aguanta la Tierra tanta gente como la que tiene? ¿Cómo
alimentar un mundo cada vez más demandante de unos recursos cada día más
agotados? ¿Cómo evitar que siga el daño y el exterminio de las otras formas de
vida?
Para Eileen Crist, Camilo Mora y Robert Engelman, autores de
uno de los artículos, la solución está en la educación y empoderamiento de la
mujer como manera efectiva de bajar la tasa de natalidad. Las demás soluciones
no las consideran viables.
Con las proyecciones de Naciones Unidas, 9.700 millones a
2050 y 11.200 millones de humanos a 2100, la producción de alimentos se tendría
que incrementar 70 % a mitad de siglo y duplicar y hasta triplicar para el fin
del siglo.
Aumentar la productividad, reducir los desperdicios,
modificar las dietas y nuevos desarrollos biotecnológicos. Todo eso y más se ha
argumentado para satisfacer la creciente demanda de comida de una humanidad
creciente.
Una intensificación que podría lograrse con el aumento de la
tierra cultivable, eficiencia en el uso del agua, la aplicación racional de
fertilizantes y pesticidas, y con la modificación genética de las principales
especies.
También, con la reducción del consumo de carne, dado el
altísimo costo ecológico de su producción.
¿Será factible? Hoy la tierra agrícola y pecuaria ocupa 40 %
de la superficie libre de hielo. La continua deforestación, una demanda
proyectada de agua de 55 % más, un uso cada vez mayor de pesticidas y las
emisiones constantes de gases de invernadero, todo sugiere un impacto grande y
cuestiona si esa intensificación sostenible puede prevalecer sobre las
tendencias de producción que afectan la biodiversidad.
Suficiente
Los autores recordaron que el impacto de la producción de
alimentos toca hoy casi todos los sistemas del planeta.
La conversión de tierras para uso agropecuario es el
principal factor de pérdida de hábitat. De los recursos de agua dulce para uso
humano 80 % va a agricultura.
Al menos un quinto de los gases de invernadero son
atribuidos al sistema de alimentos. Además la agricultura es responsable de la
existencia de 400 zonas muertas, que se incrementan desde 1962.
El panorama tampoco es alentador para distintos ecosistemas.
Las llanuras templadas sufren la conversión del hábitat con una relación de 8 a
1 frente a las áreas protegidas. Más de la mitad de los ricos humedales han
sido desecados, en particular para uso agrícola. La acuicultura reduce los
manglares, mientras de 10 000 a 20 000 especies de agua dulce están amenazadas.
La mayor parte de la deforestación desde los 80 se debe a la
expansión de plantaciones y ranchos.
En costas y mares la situación no es mejor: los grandes
mamíferos marinos están en riesgo de extinción y la sobrepesca agota los
océanos.
En tierra el declive de los grandes carnívoros y herbívoros
se debe a la actividad agropecuaria.
Por todo esto, para los citados investigadores la población,
es decir la demanda, tiene que entrar en la ecuación junto a las otras medidas
de conservación, agronomía y cosecha.
“Alcanzar un mundo sostenible –proveyendo alta calidad de
vida para todos mientras se salvaguarda la biodiversidad de la Tierra– demanda
llevar el crecimiento poblacional al frente de las preocupaciones
internacionales”, escribieron.
Porque la demanda seguirá al alza: la clase media, hoy 3200
millones de personas, crecerá a 5000 millones a 2030. Solo en India, 40 % de la
población alcanzará ese nivel a mediados de siglo, sumando 500 millones de
personas a la economía global.
La solución, para ellos, se encuentra en la mujer. Sugieren
priorización de la educación de niñas y mujeres; establecer servicios
asequibles de planificación familiar: proveyendo métodos modernos de
anticoncepción; eliminar incentivos para familias numerosas; y hacer
obligatoria la educación sexual en el currículo escolar
Pero del extenso informe en Science otros artículos dan
cuenta de la huella humana en el planeta.
Rastros humanos
Christopher N. Johnson, de la Universidad de Tasmania en
Australia y colegas, recordaron que “la huella de la humanidad sobre la
biodiversidad se extiende durante dos millones de años, cuando nuestros
ancestros del género Homo comenzaron a usar el nicho de carnívoros en África”.
Redujo en dos tercios poblaciones como la de los felinos
dientes de sable y las hienas de grandes patas desaparecieron. Y redujo de tres
a dos millones la población de elefantes y sus parientes.
Un declive que se trasladó hacia donde se expandieron las
especies de Homo y que se aceleró con la expansión global del H. sapiens en los
pasados 60 000 años.
La era moderna de extinciones provocadas por los humanos
comenzó en el año 1500, pero antes de eso 140 especies de mamíferos, al menos,
más del 10 % del total, se perdieron en los 100.000 años previos.
Del mismo modo, 23 % de las especies de tortugas desapareció
en los últimos 300.000 años. La ocupación prehistórica de las islas del
Pacífico se asocia con la extinción de unas 1.000 especies de aves.
Solo en Nueva Zelanda, 44 de 117 especies de aves que había
se extinguieron luego del asentamiento de los humanos hace 750 años.
La mayoría de las extinciones prehistóricas fueron animales
terrestres, asociadas a la llegada de los humanos y no al cambio climático y se
explican por la caza. La modificación del hábitat y la depredación por especies
introducidas fueron factores adicionales, en particular en las islas.
Las tasas de extinción reciente no son muy exhaustivas por
la falta de información sobre las especies. Los datos más completos son de los
vertebrados. Se considera que al menos 363 especies se han extinguido desde el
año 1500 de nuestra era de acuerdo con la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza.
Una tasa alentada en los dos últimos siglos por la
industrialización y el crecimiento de la población.
El monitoreo de aves y mamíferos muestra que los niveles
globales de amenaza, dice el artículo, aumenta 1 % a 2 % por década. Hay
índices peores. Los humedales costeros están desapareciendo por la acción
humana. Entre 155 especies de aves acuáticas costeras asiáticas la reducción se
da a tasas de 5 a 9 %.
Los datos del informe son muchos más. Una muestra de los
efectos de las actividades humanas y las dificultades para la conservación de
la biodiversidad dadas las presiones de una población numerosa que demanda
recursos.
¿QUÉ SIGUE?
CÓMO CAMBIAR EL COMPORTAMIENTO
Elise Amel y colegas analizan en otro artículo la psicología
de la conducta humana para adoptar prácticas sostenibles. Aún los alarmados por
el cambio climático no cambian su comportamiento. La vida urbana moderna ha
evitado que muchas personas sientan los impactos directos de la degradación
ambiental. Y la gente tiende a mantener el estatus quo y es difícil que se
aparte de las normas sociales. Para los autores para adoptar acciones
sostenibles se requerirán cambios en la conducta personal y motivar a la gente
a participar en esfuerzos colectivos para cambiar los grandes sistemas y la
infraestructura.
RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ Los temas de la ciencia, la
astronomía y el medio ambiente con énfasis en cambio climático son mis campos
de acción periodística. Con vocación por el mundo de los pequeños felinos y la
defensa animal. TOMADO DE EL COLOMBIANO
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