LOS BOSQUES Y SELVAS
QUE SE SALVARÁN GRACIAS AL FIN DEL CONFLICTO
FOTO ESTEBAN VANEGAS
2,7 billones de pesos podrían ahorrarse en conservación
ambiental con el fin del conflicto
25 años, como mínimo, tardaría el país en recuperar los
bosques afectados por el conflicto.
Con Bosques del Paz (la siembra de ocho millones de árboles)
el Gobierno inició el plan del posconflicto para el ambiente, lo que, según
expertos, es insuficiente para superar los daños de los años de guerra.
Posconflicto también quiere decir hacer las paces con el
ambiente, devolverle eso que por 58 años de conflicto se le ha negado:
conservación. Es por eso que el Ministerio de Ambiente lanzó el programa
Bosques de Paz, con el que se busca sembrar ocho millones de árboles en las
zonas más deforestadas del país. La meta es hacerlo hasta diciembre de 2018.
Es de anotar que el 75 % de la deforestación se concentra en
municipios afectados por el conflicto armado, según el Departamento Nacional de
Planeación, DNP. De las siete causas evidenciadas por el Ministerio de Ambiente
que llevaron a esta deforestación, cuatro estaban asociadas a la guerra:
cultivos ilícitos, extracción ilícita de minerales y de madera y
desplazamiento.
Así a la deforestación habría que sumarle otros graves
daños: la contaminación por mercurio causada por la minería ilegal, los
derrames de hidrocarburos por los ataques a la infraestructura petrolera y la
presencia de minas antipersonal.
En un informe elaborado en diciembre de 2016, el DNP reveló
que “en los últimos 35 años la infraestructura de transporte de hidrocarburos
operada por Ecopetrol ha sido atacada 2.575 veces y se han derramado 4,1
millones de barriles de petróleo. Se calcula que cerca del 60 % de las fuentes
hídricas principales del país se han visto potencialmente afectadas por la
voladura de infraestructura petrolera y la minería ilegal”.
A todo esto es a lo que el Gobierno pretende ponerle un
freno, aprovechando la salida de las Farc de territorios históricamente
dominados por esa guerrilla, que paradógicamente, al ya no ser controlados por
esa insurgencia pueden correr más riesgo aún.
“En este momento estamos observando que con la salida de las
Farc de muchas de las áreas en las cuales llevaban muchísimo tiempo controlando
el territorio, que las mismas comunidades que convivían con esta guerrilla,
ahora no tienen un mandato o un régimen impuesto y están arrasando con sus
bosques, sucede en Caquetá, Guaviare, Meta, Magdalena Medio”, señala Brigitte
Baptiste, directora del Instituto de Investigación y Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt.
De acuerdo con la científica, es difícil conciliar esta
perspectiva con el reconocimiento de que las Farc sí ejercían un control
territorial porque, independientemente de la legitimidad de ese control, el
efecto ecológico sí fue el control de la deforestación.
Por ejemplo, Luis Gilberto Murillo, ministro de Ambiente,
reconoce que en el municipio El Retorno, Guaviare, arrasaron, en los últimos
tres meses, con cerca de 400 hectáreas de bosque. Según líderes locales e
información del Ministerio, los responsables del daño ambiental serían redes
criminales que buscan ampliar la frontera agrícola y que llegaron a las zonas
que antes ocupaban las Farc.
Por eso el Gobierno tiene por delante un gran esfuerzo, que
le exigirá mucha paciencia, agrega Baptiste.
“Necesitamos gobernar nuestros bosques y eso implica que las
autoridades ambientales regionales desplieguen, junto con la Fuerza Pública o
con alianzas con las comunidades, un nuevo modelo de gobernanza, por eso es que
llegamos a los Bosques de Paz”, señala la directora.
¿En qué consiste?
“Sembrar paz donde antes hubo dolor”. Este el lema con el
que nació el programa Bosques de Paz, un ambicioso proyecto que busca recuperar
las zonas rurales y tropicales que el conflicto deterioró.
Oficialmente, el programa se creó desde el 28 de febrero de
este año a través de una resolución del Ministerio de Ambiente. Sin embargo,
fue hasta el pasado 10 de abril cuando se hizo realidad con la primera siembra
de árboles en Granada, Antioquia.
Desde este municipio, el presidente Juan Manuel Santos se
trazó la meta de sembrar ocho millones de árboles en honor a las víctimas del
conflicto armado. Solamente para Granada, el Gobierno destinó 3.500 millones de
pesos para intervenir un total de 1.200 hectáreas de bosque. Teniendo en cuenta
que el 90 % de los municipios priorizados en el posconflicto tienen zonas
boscosas, el Ministerio busca, en primera medida, salvaguardarlas. Según
cálculos del Ministerio habrá entre 32 a 52 bosques de paz en Colombia.
En general, el Ministerio cuenta con 3 billones de pesos
para disminuir los índices de deforestación en el país. A finales de 2018, en
teoría, los bosques ya deberían estar en los paisajes que hoy en día se reducen
a la desolación. Más allá del horizonte verde que promete este programa, existe
la obligación de involucrar a las comunidades campesinas en proyectos para
estos territorios, donde la ganadería y el comercio ilegal de madera son pan de
cada día.
De hecho, el primer objetivo de Bosques de Paz, como lo
señala esa cartera en la resolución, es “integrar la conservación de la
biodiversidad con proyectos productivos en beneficio de las comunidades
organizadas”. Esta meta está ligada con el punto uno del Acuerdo de Paz de La
Habana, el cual busca la construcción de una “política de desarrollo agrario
integral”, con la que se erradicaría la pobreza rural extrema y disminuiría, en
un lapso de 10 años, el 50% de la pobreza en el campo.
Para este caso específico, a las familias que trabajen en la
conservación y protección de esos bosques el Gobierno les pagará entre 300.000
y 600.000 pesos mensuales.
El ambientalistas Julio Carrizosa Umaña, especialista de la
Universidad de Harvard, prevé que si se cumplen los objetivos de este proyecto
en 10 años se podría detener la erosión que afecta al 40 % del territorio
colombiano.
Pese a las bondades del proyecto, el Gobierno tendrá que
precisar los planes agrícolas para las zonas deforestadas. De acuerdo con la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), “la conversión de bosques a zonas para la agricultura representa el
principal motor de la deforestación. Entre 2000 y 2010, en los países
tropicales se perdieron 7 millones de hectáreas de bosque”.
El modelo de bosques de paz tiene tres ejes: conservación
ambiental, desarrollo sostenible y participación comunitaria. Llama la atención
que del valor total del proyecto, 150.000 millones de pesos , para conservación
ambiental se destinará el 55 %, para educación ambiental el 8 % y para
proyectos productivos solamente el 10 %. El porcentaje restante está distribuido
en imprevistos, administración del programa y monumentos vivos de paz.
Actualmente se están creando Bosques de Paz en los
siguientes territorios: Vaupés, Bolívar, Antioquia, Quindío y Cesar.
Para Luis Jorge Hernández, profesor de la Universidad de los
Andes, “Bosques de Paz es una buena iniciativa siempre y cuando sea parte de
una estrategia integral de sostenibilidad ambiental frente al cambio climático.
No funciona como una acción puntual y aislada”. Como Bosques de Paz está en
formulación, Hernández recomienda que el programa sea incluido “como parte de
los Planes de Desarrollo Territorial (POT) de municipios y departamentos. Así
se garantiza incluir actividades de mitigación y adaptación frente al cambio
climático. También se puede garantizar el presupuesto a mediano y largo plazo”.
Alejandro Parra, ingeniero de la Universidad de Los Andes e
investigador de la Universidad de Stuttgart (Alemania), considera que Bosques
de Paz debe enfocarse de acuerdo a cada territorio en particular: “depende del
tipo de vegetación que haya en la zona. Por ejemplo, en los lugares donde se
hayan despejado las laderas de los montes, plantar árboles reduce la erosión.
Eso sí, debe ser vegetación nativa y de varios tipos, no solo una especie de
árbol. Sería riesgoso que por cumplir con el número de árboles en un tiempo tan
corto, el Gobierno desarrolle el programa de la misma manera en todas partes,
sin estudiar juiciosamente la vegetación nativa”.
No es suficiente
“Bosques de Paz es, digamos, la respuesta rápida al tema de
la deforestación en el posconflicto, pero claramente necesitamos unas
inversiones mucho más grandes y duraderas”, manifiesta Baptiste, ya que hay que
considerar que cultivar bosques o manejar ecosistemas forestales implica
inversiones persistentes por lo menos por 10 años, sobre todo si se habla de
madera o de productos no maderables del bosque que requieren cierta calidad en
el ambiente, para lo que “todavía no hay un modelo de incentivos económicos
suficientemente robustos”.
Así que la directora del Instituto Humboldt cree que Bosques
de Paz es un muy buen punto de partida, pero se requieren reformas importantes,
ojalá, vinculadas con el tema del Desarrollo Rural Integral.
En ese mismo sentido opina Rodrigo Botero, director de la
Fundación para la Conservación y del Desarrollo Sostenible: “Ocho millones de
palos suman, pero no se pueden sobredimensionar, no son suficientes para
recuperar medio país afectado por seis décadas de conflicto”.
Baptiste y Botero coinciden en que los daños reversibles
podrán mitigarse al cabo de 25 o 30 años, habrá otros, como los ocasionados por
el derramamiento de crudo, que nunca podrán recuperarse.
Sin embargo, Botero es pesimista, porque a esa cantidad de
tiempo agrega el plazo en el cual el Estado pueda unificar sus criterios de
atención territorial, en la que los gobiernos nacional, regionales, locales
hablen el mismo lenguaje, sumado a que haya la inversión necesaria, por lo que
podría tardar, incluso, siglos.
ECOSISTEMAS PARA LOS CIENTÍFICOS
Brigitte Baptiste dijo que aunque los investigadores
tuvieron mecanismos para acceder a muchas de las zonas en conflicto hubo otros
territorios completamente vedados para ellos, pero ya se están notando los
efectos del posconflicto: lo que estamos viendo con las expediciones Colombia
Bio de Colciencias, las expediciones o temas de reconocimiento del territorio
que están haciendo universidades, estudiantes, incluso algunas empresas con
ánimo de establecerse en estas regiones, es que había regiones muy desconocidas
del país en las que todavía tenemos gran espacio de investigación que llenar”.
MINERÍA LEGAL TAMBIÉN ESTUVO AFECTADA
SANTIAGO VALENZUELA Reportero. Creo, como Rainer Werner Fassbinder
, que “ lo que no podemos cambiar, debemos al menos describirlo”.
OLGA PATRICIA RENDÓN MARULANDA
Soy periodista egresada de la Universidad de Antioquia. Mi
primera entrevista se la hice a mi padre y, desde entonces, no he parado de
preguntar.
Tomado de el colombiano
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